“Popochas: Ciudadanos vs Políticos”
Una luna ardiente observa. Mientras el Maestro Popochas y su ahijado Argus están sentados en la azotea de su casa. En silencio reciben una brisa caliente, cual fría bendición.
Argus: Padrino, ¿verdad que los ciudadanos son mejores que los políticos?
Popochas: Si, pero sólo en un mundo inexistente en el cual las fuerzas del bien luchan contra el mal. Argus (confundido): ¿Cómo? Popochas: Te ejemplifico. En las marchas “ciudadanas” recientes, muchos de los manifestantes asumieron ser “los buenos”, “los honestos”, “los limpios” en Santa Cruzada contra “los malos”, “los corruptos” y “los sucios”, es decir Riquelme y el llamado Moreirato.
Argus: Tiene sentido, los ciudadanos son mejores que los políticos. ¿Verdad?
Popochas: No. “La inmisericorde lucha entre demonios y arcángeles es inexistente, porque ambos están moldeados con la misma arcilla”. Políticos y ciudadanos están hechos de igual materia prima: Son seres humanos.
Argus: Entonces, ¿qué los hace diferentes?
Popochas: Su cercanía o lejanía del poder político. Argus: ¿Cómo? Popochas: ¿Qué pasaría si un ciudadano ocupara el puesto de un político? ¿Cumpliría a cabalidad los principios de su honestidad anti-corruptible? Argus: Pues sí, ¿no? Popochas: Difícil saberlo, ese es el verdadero filtro para demostrar que el poder no chupó su alma, lo volvió loco y lo transformó. Con sus excepciones, el ser humano es débil y contradictorio: de Arcángel puede pasar a Luzbel en un instante. Y ser lo que tanto criticaba. Argus: ¡Ah, chingao! Popochas: No. El político es reflejo del ciudadano. Y viceversa. Uno no puede explicarse sin el otro. En ambos reside la posibilidad de ser despreciable, mezquino o desdeñable u admirable, generoso y digno. Su cercanía con el poder define su verdadera hechura. No las críticas moralistas que revisten a los “ciudadanos” de una supuesta “superioridad moral” sobre los políticos. Ni la actitud, también soberbia del político respecto al ciudadano. Argus: Órale. Popochas: Piénsalo, ahijado. Ahora, vámonos a dormir, antes de que nos de un golpe de calor.