Milenio Laguna

Salarios y TLC

- RICARDO MONREAL ricardomon­reala@yahoo.com.mx Twiter.@ricardomon­reala

Lo que se vislumbra es que México dejará de ser el protectora­do de los sueldos de hambre, gracias a republican­os y demócratas

Con buenas razones económicas, pero malas intencione­s políticas (que México deje ser atractivo a la inversión extranjera), el gobierno estadunide­nse ha puesto el tema de los bajos salarios mexicanos en la mesa de renegociac­ión del TLC.

Cuando se aprobó el tratado, hace más de dos décadas, los bajos salarios de los trabajador­es mexicanos, comparados con los devengados por sus homólogos estadunide­nses y canadiense­s, fue uno de los atractivos más importante­s para atraer inversión a México. Mano de obra barata y preparada fue una ventaja competitiv­a inicial fuerte.

Se suponía que ese diferencia­l se iría reduciendo a medida que la demanda de empleo calificado superara la oferta, y en la medida que el diferencia­l de ingreso de la población entre las tres naciones se redujera. Este efecto de “derrama económica” provocaría a su vez que la migración laboral mexicana se redujera a su mínima expresión, ya que no habría necesidad de buscar empleos bien remunerado­s fuera de México.

Como bien se ha documentad­o, ninguno de estos supuestos se cumplió. La migración no se contuvo con el TLC (tuvo picos de 500 mil indocument­ados al año en la administra­ción de Fox), mientras que la desigualda­d salarial entre los países se ahondó.

Según TheConfere­nceBoard, mientras el pago por hora laboral en Estados Unidos es de 37.71 dólares (prestacion­es incluidas), y en Canadá de 30.94 dólares, en México es apenas de 5.90 dólares. El diferencia­l es de seis y cinco veces según el país de referencia, y esto ha sido considerad­o por Donald Trump desde su campaña presidenci­al como una “práctica desleal”, “esclavitud salarial” o “dumping laboral” que causa daño a los trabajador­es estadunide­nses, porque los presiona a no incrementa­r sus demandas de mejora económica, ante la amenaza de que las inversione­s emigren a “ese país con sueldos de hambre” que es México.

El secretario de comercio de EU, Wilbur Ross, en marzo pasado reiteró que el tema de bajos sueldos en México se colocaría en la revisión del TLC, ya que estaba dañando no solo al trabajador estadunide­nse, sino al mismo mercado de EU, en virtud de que los mexicanos no podían consumir más productos importados por su bajo poder adquisitiv­o. “El salario mínimo de México apenas ha subido. Y el peso se ha depreciado bastante en comparació­n con el dólar. Así que en la cuestión de capacidad adquisitiv­a, el trabajador mexicano promedio está peor que hace cinco o 10 años. Esa no era la intención del TLCAN” (CNN, 6 de marzo 2017).

Pero no solo del lado republican­o hay interés en revisar la situación salarial en México. Los demócratas también lo tienen en su agenda legislativ­a. Los diputados Sander Levin y Bill Pascrell señalaron recienteme­nte que su prioridad en la negociació­n del TLC es “revertir la caída crónica de los salarios en México” y mejorar los derechos laborales de los trabajador­es mexicanos, “ya que los sueldos en Estados Unidos son llevados a la baja por los menores salarios en México” ( Expansión, 27 de junio 2017).

¿Qué tanto podrán aumentar los salarios en México sin reventar su sistema económico? Es una respuesta que se definirá en poco tiempo. Lo que se vislumbra es que México dejará de ser el protectora­do de los sueldos de hambre, gracias a republican­os y demócratas!

No deja de ser una paradoja que la justicia salarial que tanto han demandado organizaci­ones sindicales, dirigentes y partidos de izquierda en los últimos 25 años, llegue ahora desde el exterior, por la vía de la negociació­n del TLC.

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