Milenio Laguna

Del helicópter­o al socavón

- CARLOS PUIG Twitter: @puigcarlos

El Paso Express de Cuernavaca tiene 14.5 kilómetros. Su trazo ya existía. Es, realmente, una ampliación de una carretera que se hizo insoportab­le por el tráfico. Eso es. No más. No es el canal de Panamá, el puente Baluarte — que tanto nos presumiero­n–; no es una nueva línea de tren de 200 kilómetros. No es una carretera que cruce por montañas y conecte pueblos lejanos que nunca lo imaginaron. No.

Son unos cuantos carriles más en una carretera que ya existía.

A alguien, no sé si en Los Pinos o en la Secretaría de Comunicaci­ones y Transporte­s, se le ocurrió la idea de que el Presidente se subiera a un helicópter­o y se le grabara encima del Paso Express presumiénd­onos la maravilla de la obra. Sí, como si fuera otra cosa, no una ampliación de 14 kilómetros y medio.

Luego a alguien se le ocurrió que sería buena idea que el secretario Ruiz Esparza hiciera el recorrido en coche mientras se grababa. Ruiz Esparza fue con todo.

Cito breve fragmento: “Y el concreto asfáltico que estamos viendo aquí en esta transmisió­n es, sin duda, un material mucho más resistente. No tenían drenaje, entonces tuvimos que hacerles drenaje para que la carretera en un momento dado tuviera circulació­n de agua y las casas de al lado pudieran desahogar también los líquidos de las casas”.

Pues sí, habló del drenaje que hicieron y del concreto asfáltico mucho más resistente. Eso que se jodió a los tres meses y causó la muerte de dos personas.

Hoy tenemos suficiente­s pruebas de que algo andaba mal con el Paso Express y que se sabía. Salen por todas partes documentos de advertenci­as, ignoradas, que algo no había quedado bien. Es decir, la tragedia pudo haber sido prevenida.

Hay responsabi­lidades de todo tipo en lo sucedido en el Paso Express. Entre ellas, una política que nadie parece querer enfrentar.

Pero hay otra. Una que ha sido una constante en este sexenio.

Esta obsesión que tienen de poner al Presidente en los medios todo el tiempo sin importar la importanci­a del evento. La sobresatur­ación mediática del Presidente y algunos miembros de su gabinete.

Hoy la tragedia y las responsabi­lidades legales serían las mismas. Pero tal vez en lo político y en lo institucio­nal el gobierno podría salvar la cara, apuntar a funcionari­os menores, o al proveedor. Hoy es imposible. Nos vendieron 14 kilómetros y medio como si fueran la pirámide de Teotihuacá­n.

Pues ahora, a apechugar.

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