Ocultar la realidad
Kissinger en su obra: Orden Mundial, dice que Montesquieu llegó a la conclusión de que los acontecimientos no ocurren por accidente. Siempre hay una causa subyacente que la razón puede descubrir y utilizar para el bien común. Los mexicanos nos resistimos a aceptar esa verdad. Por el contrario, culpamos al azar o a los otros de las desgracias que nos ocurren; y pretendemos cambiar la realidad evitando llamar a las cosas por su nombre. Por eso nadie en el gobierno dice públicamente que México sufre desde el sexenio de Calderón una revolución interior.
Eso imposibilita la averiguación de la causa subyacente. El desconocimiento o la negación intencional de las causas impide enfrentar a las adversidades de manera estratégica y exitosa. En su lugar se crea una realidad paralela por medio de los discursos retóricos y el uso convenenciero de los medios.
Kissinger, en el libro citado, explica que cuando las revoluciones son menos esperadas es cuando son más desestabilizadoras; y que eso ocurrió con la Revolución Francesa que proclamó un orden social y político diferente. Nosotros anhelábamos la transición política, creíamos que traería aparejados el desarrollo y la vigencia del Estado de Derecho. No esperábamos la cruenta asonada que enluta a la República y tiene en riesgo a las instituciones. Kissinger expone: “Las revoluciones hacen erupción cuando una variedad de resentimientos, con frecuencia diferentes, confluyen para asaltar un régimen incauto. Cuanto más amplia sea la coalición revolucionaria, mayor será su capacidad destructiva”. La delincuencia siempre ha existido, pero rebasó a la autoridad por la impunidad, el gobierno incauto de Fox, la impulsividad irreflexiva de Calderón y porque Peña Nieto esperaba el renacimiento del presidencialismo autoritario y no supo descifrar las nuevas reglas del juego.