Milenio Laguna

Lo bueno y lo malo de los Platino

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ueron varios días en Madrid escuchando un solo mensaje que me gustó mucho: “Los iberoameri­canos tenemos que unirnos para crear nuestra industria de cine. Para eso son estos premios”. Fantástico, porque es más que evidente que contra la maquinaria de Hollywood nunca vamos a poder uno por uno, pero sí tuve una pregunta que le hice a muchos de los involucrad­os, incluyendo a Edward James Olmos e, incluso, a Miguel Bosé: “¿Más allá del idioma, a este grupo de países, qué es lo que nos hace una entidad como para que operemos desde una sola plataforma con el mismo objetivo?”

Para Bosé fue muy sencillo y lo dijo en la ceremonia: “Que viva el cine iberoameri­cano, que es diferente en todo, único”. Está bien. Y, sin duda, nuestros pueblos tienen muchas cosas en común y también millones de diferencia­s. Así que no hubo una sola respuesta igual, lo cual vuelve esto un sueño loable y difícil. Sobre todo, cuando ni en un solo país, como el nuestro, tenemos la capacidad de ver las películas que más premios ganan en, por ejemplo, el Ariel. ¿Cómo le haremos para ver las de Honduras, Panamá y España (que no sean de Almodóvar o Bayona)?

Ese es el reto. Encontrar una especie de red que permita no solo más coproducci­ones, sino una gran distribuci­ón. Calidad. Ante todo. Y los premios en sí, en gran parte, sí mostraban esa calidad, esa unión, ese amor por nuestro cine. El deseo por prevalecer y seguir haciendo arte, pero, por algún motivo, en el momento de la realizació­n del evento, el mensaje se perdió en varias ocasiones.

Como, por ejemplo, cuando prácticame­nte iniciaron la ceremonia presentand­o a Kate del Castillo como una de las más grandes estrellas del cine latino. Bien por Kate, nada contra ella. ¿Pero a eso aspiramos en el cine iberoameri­cano cuando hablamos de calidad? ¿A American Visa?

Luego vino la peor selección musical posible en el contexto geopolític­o actual cuando hablamos del latino. Una rola sobre levantar una muralla. ¿En serio? La producción fue buena. Las cintas que competían, extraordin­arias; un ejemplo: El ciudadano ilustre (Argentina y España), la ganadora de Mejor Película y Mejor Actor pasó tres minutos por las pantallas mexicanas y desapareci­ó. Que vuelva esta historia es casi como un clásico de la literatura de nuestros pueblos.

Felicidad total cuando ganó Eugenio Caballero el trofeo de Dirección de Arte por Un monstruo viene a verme, como debía ser. El discurso de Almodóvar pidiendo que se cerraran las heridas de la guerra civil, respecto a los desapareci­dos, más que conmovedor.

La conciencia social era mucha y muy variada, destacando Venezuela como tema central del dolor que no se puede olvidar, mucho menos en una noche de fiesta cinematogr­áfica.

Y en temas más ligeros, pero agradables, fue más que atinado poner a una actriz como Mónica Huarte a conducir la alfombra roja. Estudió por un mes, vio todas las películas y le fue de maravilla.

El verdadero problema de esta ceremonia recayó en dos cosas nada más. Los conductore­s, Carlos Latre y Natalia Oreiro. El primero, aunque sí sacó algunas risas con sus imitacione­s a cantantes, estaba completame­nte plantado en un humor al que nunca le han presentado la inteligenc­ia. Y ella, pues ella es hermosa. Lo sabe. Le encanta. Y se planta sobre el escenario como diva de los años 80 para que se lo reconozcan. Eso sí me distrajo un poco de las películas, para ser honestos.

Pero terminó esto, casi a la par con la ceremonia, después de hacer muchísimas entrevista­s con todos ellos y que compartiré pronto con ustedes, y siento algo de esperanza. El esfuerzo es real. Los recursos están ahí. La próxima ceremonia será en México, en la Riviera Maya. ¿Se logrará hacer del cine iberoameri­cano una sola entidad? ¿Es lo mismo la ceremonia que el esfuerzo durante el resto del año? ¿Esto con su potencial público de 60 países ayudará a la distribuci­ón? ¿A que vayamos a ver un cine diferente? En eso andamos. Todos los que amamos esto, y eso los incluye a ustedes, el público.

¿En serio?

¿Les pareció una gran idea cerrar los premios con “La Macarena”? ¿No pensaron que “Despacito” era igual de espeluznan­te, pero actual?

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EFE
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