Ventajas de niñez: oportunidades de adulto
La infancia ha gozado de buena prensa entre poetas y filósofos. Equiparados a auténticos revolucionarios y a creadores de lo nuevo por Octavio Paz y Nietzsche, por ejemplo.
Hace poco escuché a un niño preguntar a su papá si era mejor ser niño que adulto. A instancias de su padre, el pequeño de ocho años dio una respuesta, más o menos así: “pienso que es mejor ser niño, pero los dos tienen ventajas. Ser adulto significa tener tu propio perro, tu propia casa, tu propio trabajo. Y ser niño tienes que ir a la escuela y no tienes tu propio trabajo, pero tienes más oportunidades de cambiar tu futuro. Cuando eres adulto tienes pocas chances de cambiar tu futuro…”
Esto último, dicho en ciertos foros y por adultos con credenciales podría ser considerado como síntesis de la acción y compromiso por la sustentabilidad planetaria: está en los niños cambiar su futuro, construirlo, crearlo, quizá por eso Paz y el autor de Aurora encomiaban tanto la ontología infantil.
Desde la perspectiva de este niño, al adulto pareciera quedarle como posibilidad su presente, cosa nada menor, pero ciertamente menos misteriosa y emocionante que un futuro lleno de posibilidades. Al final el adulto ha de encargarse de su presente y, además de no truncar un mundo de posibilidades para la niñez, cultivar en ella el ánimo creativo, disruptor y artesanal de lo nuevo. Este mundo ha de seguir funcionado y para eso está la tarea del adulto; pero también puede ser muy distinto y para eso, por fortuna, están las posibilidades infantiles. Interesante cómo las nociones de cambio, futuro y posibilidades se encuentran asociadas por la mente del pequeño precisamente a la dimensión infantil; en cambio, aquellas de propiedad, trabajo y permanencia vinculadas a la dimensión adulta.
Tal vez por ello la esperanza creativa esté en la decisión del niño revolucionario visualizado por el poeta, y en la capacidad creadora de lo nuevo que habita en el sí infantil, prefigurado por el filósofo.