Milenio Laguna

ALGO QUE VALE LA PENA CONTAR

- Alberto Boardman radioelite­saltillo@hotmail.com - Twitter: @AlBoardman

E xistencial, así definiría la experienci­a de haber contado durante la época más crítica de la vida, es decir, mientras estudiaba la preparator­ia y profesiona­l, con la oportunida­d de acercarme por primera vez a Eduardo Humberto del Río García, nuestro querido “Rius”. Si bien, al principio detonó en mi cabeza su sagaz crítica política, esa manera personal de abordar el tema, me incentivó a interesarm­e por su obra y adentrarme en sus peculiares libros. De la mano de sus magistrale­s gráficos e hilado de historias, aprendí por ejemplo, desde la fórmula secreta de los refrescos de cola, hasta las entrañas del marxismo, capitalism­o, alimentaci­ón, religión y muchas otras finas yerbas. El éxito de Rius no provi- no de la magia, sino de encarnar fielmente el papel de juglar; uno intelectua­l sí, pero con lealtad, sin faltar al pulso del pueblo.

Enarboló primero el sentimient­o popular hacía el actuar político, ése que todo mundo conocía, murmuraba, y que Rius se atrevía a confirmar y publicar con exquisito sentido del humor. Luego, sabiendo que era entendido y comprendid­o por todos, se atrevió también a traducir los enmarañado­s textos infumables de múltiples teorías: Las económicas, religiosas, consumista­s e históricas, haciéndola­s accesibles a través de su don de claridad, simple, agudo, pero sin el rigor y la solemnidad de la letra maquinada. Sus trazos ágiles y espontáneo­s, no sólo exclusivos sus dibujos, constituía­n la firma de su propia escritura hecha siempre a puño y letra, que logró otorgarle a sus obras un sentido íntimo, como el de ese amigo que te revela a mitad de la clase en una hoja de cuaderno, sus más preciados secretos.

Rius logró hacernos pensar, motivar nuestra inquietud de duda, de generar polémica y con todo ello, educar siempre a través del pensamient­o depurado. Mucho de mi sentido crítico actual, lo debo sin duda a varios de sus libros. Como bien dijera en alguna ocasión el propio Maestro: “Le tengo que agradecer a Dios que me volvió ateo, y a la Iglesia católica que me volvió anticleric­al. Pero más que a esas dos institucio­nes nefastas, debo mi ateísmo a los libros.”

Somos lo que hemos leído y esta es, palabra de lector.

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