e trata, no se puede negar, de un acontecimiento en el mundo del teatro en nuestro país. Su nombre es casi sinónimo de director de escena. Así lo ha sido desde hace décadas, por lo que al anunciarse su trabajo como actor se levantaron grandes expectativas.
No sé si ya antes había estado sobre las tablas, al menos a mí no me había tocado, pero sin duda la presencia de Luis de Tavira como actor llama poderosamente la atención. Esto sucede en la obra La última sesión de
Freud que hace algún tiempo se estrenó, en un montaje y con un elenco distinto en nuestra ciudad. Escrita por Mark St. Germain, la obra cuenta en encuentro entre el llamado padre del psicoanálisis, y el escritor C. S. Lewis, quienes son, sin duda alguna, dos de los grandes pensadores del siglo XX, que en esta puesta en escena hablan sobre uno de los grandes temas de todos los tiempos: Dios.
Luis de Tavira, Freud, y Álvaro Guerrero, Lewis, tienen aquí, aunque suene y sea un lugar común decirlo, un duelo de actuaciones, que durante 90 minutos tienen al público en alerta permanente para no perder detalle del inteligente, agudo, irónico, profundo, divertido, ingenioso y, sobre todo, atractivo e interesante.
Filosofía, teología, psicoanálisis, arte, literatura, salud, muerte, enfermedad, familia, muchos son los tópicos que revisa esta obra, con el buen tino de no olvidarse del humor, pues ante estos asuntos tan profundos uno podría temer un montaje soporífero y nada más lejano de eso.
De muy afectada, calificó una amiga, la actuación de De Tavira, y de maravillosa, por lo natural, la de Guerrero; a mí, por el contrario, me pareció que don Luis se ajusta muy bien a la imagen grandilocuente, excesiva, desbordada de Freud, y Álvaro me parece que está bien, como acostumbra estarlo.T
Buena parte del mérito del ritmo y logros actorales son sin duda de José Caballero, responsable de la dirección de escena y la traducción de la obra. Nada fácil debió haber sido este montaje, pues no es una obra simple y tener que dirigir a quien está acostumbrado a hacerlo pudo haber complicado las cosas para el maestro Caballero; sin embargo, a juzgar por lo que se ve en escena, el trabajo fluyó muy adecuadamente.
Solo ocho semanas estará esta obra en cartelera. Vale la pena por conocer un texto muy bueno, acercarse a dos personajes emblemáticos del pensamiento de siglo XX, y a tres importantes hacedores del teatro en nuestro país.