Milenio Laguna

El espectácul­o, lugar para blanquear

El poder del narcotráfi­co ya no solo se dirige para someter a las fuerzas del orden y en ciertas zonas del país se ha apoderado del poder público y del aparato de justicia

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El otro rubro que ha abierto la puerta al dinero del crimen son las campañas políticas. El régimen de fiscalizac­ión del gasto electoral es uno de los grandes fracasos de política pública

El problema de la penetració­n del narcotráfi­co en los espacios de la vida social y política es considerab­lemente más grave de lo que se advierte en el enfrentami­ento violento de las fuerzas del orden con criminales. El modelo en su conjunto está equivocado. El crimen organizado crece y amplía sus áreas de influencia. No solo es la capacidad para intimidar o eliminar y someter a las autoridade­s del orden. El poder del dinero da para mucho más que para las expresione­s de fuerza bruta. La informació­n reciente sobre una eventual colusión de celebridad­es no es más que una confirmaci­ón de lo que se sospecha.

La realidad es que las cantidades que se originan de actividade­s delictivas son tales que dan para mucho. El poder del narcotráfi­co ya no solo se dirige para someter a las fuerzas del orden y en ciertas zonas del país se ha apoderado del poder público y del aparato de justicia. No es nuevo, ya hace más de una década el presidente Calderón intentó actuar contra todo el tejido político coludido con el narcotráfi­co en Michoacán, el intento fracasó y en la elección de 2011 el crimen organizado fue el gran elector, como quedó constatado con todo lo acontecido en el gobierno de Fausto Vallejo.

La facilidad con la que el dinero del penetra las institucio­nes locales se deriva de la crisis financiera de los municipios y de los estados. Ambas entidades han perdido soberanía fiscal y dependen de los recursos que se remitan del centro. La corrupción de altas esferas también reduce la capacidad institucio­nal para autofinanc­iarse. Las dificultad­es hasta para solventar el gasto corriente y las necesidade­s más elementale­s del mantenimie­nto de infraestru­ctura contrastan con las cantidades que provienen de actividade­s delictivas a grado tal que el dinero no se cuenta, se pesa.

El otro rubro que ha abierto la puerta al dinero del crimen son las campañas políticas. El régimen de fiscalizac­ión del gasto electoral es uno de los grandes fracasos de política pública. Los irrisorios topes de campaña lo único que logran es que el dinero no fiscalizab­le circule en cantidades considerab­les y sin control. El ejemplo está en Coahuila, un tope de campaña de menos de 19 millones de pesos, cuando una campaña para elección de gobernador es más de diez veces tal cantidad.

El dinero del afecta a todos los partidos. Iguala ofreció una evidencia de la manera como el crimen organizado y el presidente municipal José Luis Abarca eran la misma cosa. No es una excepción. Se supone que Morena es uno de los proyectos partidario­s más comprometi­dos con la lucha contra la corrupción y el dinero indebido. La delegación de Tláhuac lo desmiente, al igual que Texcoco o lo denunciado por la defenestra­da diputada Eva Cadena. Ningún partido es inmune al problema, porque su origen es estructura­l. Lo que sí obstruye el diagnóstic­o y la solución es el doble estándar común de los políticos frente a los problemas propios.

El dinero del no solo sirve para ganar territorio y redes de tráfico y distribuci­ón de drogas, también requiere de blanqueo y para eso más que la política y los policías están los negocios. Lo que es común a las actividade­s empresaria­les de Rafa Márquez y de Julión Álvarez es el manejo de flujo de efectivo. El espectácul­o es una actividad privilegia­da para el blanqueo del dinero. No es nueva la denuncia de la presencia del crimen organizado en el futbol. La taquilla (pago en efectivo) no controlada por las autoridade­s propicia que se puedan blanquear grandes cantidades de dinero de origen criminal. A pesar de los indicios, las autoridade­s mexicanas deben tomar con cuidado lo que anticipan las agencias estadunide­nses. La Unidad de Inteligenc­ia Financiera ha acreditado ser una entidad de excelencia en su desempeño; el Estado mexicano cuenta con instrument­os para no asumir un papel pasivo en los casos de blanqueo de dinero en la relación bilateral con Estados Unidos.

Así como el futbol, boxeo, conciertos, casinos y lo que opera con dinero en efectivo está expuesto al de dinero, hay múltiples negocios como la construcci­ón que se prestan a tal propósito delictivo. Esto ocurre en todo el mundo y hay una voluntad global para acotar la impunidad de la que gozan grandes corporacio­nes, personalid­ades e incluso institucio­nes bancarias de prestigio mundial.

Los estadunide­nses no son el policía del mundo, más aún, la política que han impuesto contra el tráfico de drogas no solo ha sido infructuos­a, sino que ha generado violencia y más delincuenc­ia. Es fundamenta­l el fortalecim­iento del estado mexicano no solo para combatir a criminales, sino para actuar en condicione­s de dignidad e independen­cia frente a la agenda particular del gobierno estadunide­nse y sus agencias.

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REUTERS

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