Milenio Laguna

El cadáver de LaJornada

- RICARDO ALEMÁN

¿Qué significa que el diario emblema del sindicalis­mo independie­nte, que nació para dar voz a los que no la tienen, haya recurrido a todo lo que cuestionó por años y haya despedido y demandado penalmente a los dirigentes del Sindicato de Trabajador­es de

La Jornada (Sitrajor)? ¿Dónde están la solidarida­d gremial y la condena periodísti­ca por la brutal represión contra comunicado­res que solo defienden la legitimida­d de su fuente de trabajo? ¿Dónde están los sindicatos independie­ntes a los que por años defendió La Jornada? ¿Por qué la complicida­d del sindicalis­mo independie­nte ante la barbarie de la patronal de La Jornada?

¿Qué significa el aval silencioso y de complicida­d de los reporteros de La Jornada, de

sus reputados columnista­s que con severidad cuestionan la injusticia y la arbitrarie­dad, pero cuando esa injusticia y esa arbitrarie­dad se dan enlosbueye­sdelcompad­re?

¿Qué entender frente al silencio de articulist­as de La Jornada, que a diario denuncian la injusticia en la sociedad toda, pero callan la podredumbr­e en la casa de La Jornada, donde despiden sin el menor pudor a los líderes sindicales que resultan incómodos a una mentirosa y convenenci­era genética de izquierda? ¿Dónde están los accionista­s y directivos de

La Jornada, enriquecid­os con la mentira y la doble moral de un periodismo que ya no lo es porque se convirtió en activismo militante y en una marca periodísti­ca desvirtuad­a y envilecida hasta la náusea?

¿Cómo entender que sucesivos gobiernos federales del PRI salvaron de la quiebra económica a La Jornada, mientras que La Jornada sigue siendo el panfleto oficial del dueño de Morena; mientras La Jornada es el órgano oficial —en México— de la dictadura venezolana, primero del golpista Chávez y luego del criminal Maduro? ¿Cómo explicar a los fundadores de LaJornada —que apostaron por la pluralidad de ideas, como elemento central— que un diario que en su primera década fue ejemplo de periodismo plural, independie­nte y crítico —como La Jornada de su primer director— haya terminado convertido en panfleto defensor de las dictaduras cubana y venezolana y de causas como las de ETA en España y otros grupos extremista­s?

¿Qué decir de una primera plana que ya es histórica; acaso la única fuera de la prensa oficialist­a de Maduro en Venezuela, que en su nota principal avaló el golpe de Estado a la democracia venezolana, cuando Maduro simuló una elección que solo justificó el fin del Congreso en ese país?

La respuesta a todo lo anterior es elemental. Estamos ante el cadáver de La Jornada.

Al tiempo.

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ARACELI LÓPEZ Ahí solo ven el mal en losbueyesd­elcompadre.
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