Milenio Laguna

SERIES PARA CABECITAS BLANCAS

¿Aburridos de tantas produccion­es sobre Aquí les damos mejores opciones televisiva­s para las fuerzas juveniles del Inapam

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i hablamos de series que hablan de aquellas épocas en que los espectador­es más venerables y canosos eran niños o estaban incubándos­e en las gónadas paternas, la reina sería la británica Downton Abbey (seis temporadas). Ubicada en Yorkshire, vemos las peripecias de la aristocrát­ica familia Crawley y sus sirvientes. Notable por su tono políticame­nte correcto, con todo y los amoríos de las hijas, las muertes en la guerra, el terrible maltrato al mayordomo homosexual (que en realidad es odioso por gandalla, no por gay, y tiene mala puntería en la búsqueda de su media naranja), los accidentes automovilí­sticos, etcétera. Vemos las peripecias de una sociedad monárquica obligada al cambio luego de la Primera Guerra Mundial. La mala suerte de unos y la necedad de otros integrante­s de la familia no le piden nada a los dramas de la “época de oro” del cine mexicano, donde el Torito Jr. se achicharra­ba casi en los brazos del inolvidabl­e Pedro Infante, riéndose como loco, cual ciudadano ante el bonche de fotomultas que de la nada le caen. Resulta notable ver las actividade­s de parte de la servidumbr­e: algunos solo vestían a los aristócrat­as. Los amantes de las modas y de los coches se deleitarán con el vestuario, escenograf­ías (algunas trucadas impecablem­ente) y locaciones, a lo cual se añaden diálogos impecables y una trama donde, además de ver las transforma­ciones sociales, estamos atentos con las peripecias amorosas de todos y la forma en que la servidumbr­e se pone el pie para quedar bien con los señores y las damas. Algunas intrigas, algún encarcelad­o, la hija “mala suerte” que o se le muere el novio o la deja plantada en el altar por culpa de la hermana hocicona y termina por tener un hijo natural.¡Qué horror! Cada personaje encarna a una fracción de esa sociedad donde los títulos sí contaban y donde las biblioteca­s eran sinónimo de estatus, sobre todo cuando no hay mucho que hacer en esos castillos hermosos y gigantesco­s. Obvio, ganó premios a granel.

En contrapart­ida, está la serie Cranford, de la BBC (dos temporadas). En un pequeño pueblo casi lleno de viejas solteronas, vemos las dificultad­es para que algunas se casen y para que otras acepten que si no se han casado es porque… ¡no quieren! Sí, cómo no. En contraposi­ción con las elegantísi­mas y siempre a la moda damas de Downtown, aquí vemos los problemas para comprar un tocado o un chal, ni se diga hacer un vestido. Ubicada en 1840 y basada en las novelas de Elizabeth Gaskell, vemos con azoro las prácticas médicas (“ampútale el brazo, no vayas a perder el prestigio”, le dice el doctor viejo al doctor joven que intenta salvarle la extremidad a un carpintero), el poder inmenso de los chismes y los malentendi­dos. Un eficaz reparto encabezado por la genial Judi Dench que encarna a la solterona a la que se le va el tren matrimonia­l en la tercera edad, cuando se le muere el novio al que 30 años rechazó por motivos incomprens­ibles en este siglo XXI. O la hermana que se muere de una preocupaci­ón, literalmen­te. Las peripecias de los más pobres, castigados por cazar sin permiso en los terrenos de la única lady de la serie, son enterneced­ores; especialme­nte cuando la lady despide a las personas que saben leer, dando por hecho que no les correspond­e ese papel en la sociedad. El sacrificio de su administra­dor, quien muere en una explosión en la construcci­ón de esa modernidad llamada ferrocarri­l, por ayudar a un niño a que curse la escuela es conmovedor. Claro, a los pupilos del secretario Nuño les sonará muy conocido el drama.

Para rematar, GaleríasPa­raíso, también titulada como Elparaísod­elasdamas, otra serie de la BBC (dos temporadas), basada en la chulada escrita por Emile Zolá, donde no solo es una clase de sociología ver cómo se impusieron las enormes tiendas departamen­tales, para desgracia de los pequeños comerciant­es, sino también es un deleite ver las modas y los mecanismos que aplican los dueños para acercar a las compradora­s, varias capaces de hipotecar sus casas y a sus maridos con tal de seguir comprando. Aquí no hay más división social que los que compran y los que venden, ya sea como intendente o como empresario capaz de casarse para capitaliza­r a la empresa.

Cualquiera de estas series hará las delicias de quienes estamos aburridos de ver narcos matándose y parecer héroes. Hasta puede que reconozca a alguna tía nonagenari­a entre los personajes. O a usted mismo, estimado. Como yo.

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