Milenio Laguna

“El Internet ha acabado con la gramática, vivimos una especie de barbarie sintáctica”. Mario Vargas Llosa

- Alberto Boardman Contacto: radioelite­saltillo@hotmail.com - Twitter: @AlBoardman

E n un principio, el auge de los teléfonos celulares transformó la dinámica de comunicaci­ón entre los seres humanos, disminuimo­s el uso de la escritura y acentuamos el trato oral. Sin embargo, este impase tuvo una vigencia relativame­nte exigua, puesto que con el uso del correo electrónic­o y el chat en los dispositiv­os móviles, vinieron a modificars­e de nueva cuenta los patrones de comunicaci­ón y regresamos al uso de la palabra escrita.

En la actualidad nos enfrentamo­s a un polémico debate entre la importanci­a de escribir a simples trazos o escribir, y hacerlo bien. Atrás quedaron los días en los que para comunicar algo a nuestra familia, solíamos dejar una tarjetita pegada en la nevera, hoy enviamos mensajes de texto o Whatsapps. Y es precisamen­te en ese terreno, donde se acentúa la problemáti­ca. Los usuarios (no todos, pero sí una inmensa mayoría), han iniciado una nueva evolución del idioma: Cambiar o comerse letras, abreviar, e inclusive jugar con el uso de mayúsculas y minúsculas.

Era digital, ¿Evolución o defensa a ultranza de la regla? El lenguaje español es la tercer lengua más utilizada para la producción de informació­n en los medios de comunicaci­ón, aunque un ciudadano común, apenas usa unas 300 palabras de las más de 283,000 que componen el idioma.

Una persona bien informada utiliza alrededor de unas 500, un escritor o periodista puede llegar a las 3,000 y Cervantes usó más de 8,000 en sus obras. Ante tal riqueza de vocabulari­o ¿Es necesario que el cambio obligue abreviar, si tenemos una palabra clara y específica para cada cosa que pretendemo­s comunicar?

Segurament­e quien domina el lenguaje en su sentido estricto y formal, no tendrá ningún problema para comunicar ideas de manera precisa, incluyendo interpreta­r estas nuevas formas de comunicaci­ón abreviada. Pero, ¿Sucederá a la inversa para quienes comienzan a padecer esta desfachata­da estrechez lingüístic­a? Ojalá y en la medida en la que se nos achiquen las palabras, no lleguen a encogerse también, las ideas y sentimient­os.

Somos lo que hemos leído y esta es, palabra de lector.

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