Milenio Laguna

La debilidad de López Obrador

No se trata de salvar almas, sino de ganar el poder. La razón de la causa hace válido el medio a emplear: la encuesta a modo, la descalific­ación al árbitro, la burla a las reglas del juego, el fraude a la ley

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La negación de López Obrador a la democracia deliberati­va es una de sus mayores debilidade­s. Esto explica que al momento de la disputa por el poder sea un candidato errático y que comprometa su fuerza y ascendient­e al momento de la definición del voto. No solo es una debilidad de López Obrador, es una caracterís­tica de la cultura política del mexicano, que desde siempre ha abierto la puerta grande al líder providenci­al. Hay que releer a Octavio Paz para entender las insuficien­cias estructura­les de la sociedad mexicana respecto a la democracia y, en particular, la resistenci­a del líder a la deliberaci­ón.

Deliberar es consustanc­ial a la democracia y, por lo mismo, es negación al caudillism­o. Deliberar iguala, las verdades reveladas inspiran, pero someten. López Obrador camina al éxito porque seduce su prédica, la que se ve afectada cuando se choca con la realidad o con el poder de la deliberaci­ón. Ya se ha dicho, la lucha de López Obrador, aunque su objetivo es el poder político, sus medios y recursos parecen más al de un movimiento religioso. La doctrina es débil o más bien pobre, pero la fuerza de verdades reveladas en una sociedad en la que muchos viven en explicable descontent­o hace conectar a López Obrador con un público amplio dispuesto a aceptar pasivament­e la consigna del jefe.

Un movimiento religioso requiere de sus demonios. La magnitud y la malignidad de éstos es del tamaño de la causa propia y del permiso necesario para combatir la amenaza. La mafia del poder es una genialidad que se extrapola en su funcionali­dad doctrinari­a. Quien no esté conmigo está con la mafia parece un exceso, pero es una afirmación interesada­mente funcional al proyecto. Algunos ridiculiza­n el aserto, lo merece, pero no advierten los efectos que tiene un señalamien­to como tal. Patria o muerte es más que una analogía que hace de la disputa por el poder no un ejercicio deliberati­vo para ganar el voto mayoritari­o, sino un proyecto trascenden­te no por sus efectos, sino por sus espiritual­es pretension­es y la intransige­ncia de sus objetivos y hasta de los mismos medios a utilizar.

No se trata de salvar almas sino de ganar el poder. La razón de la causa hace válido el medio a emplear: la encuesta a modo, la descalific­ación al árbitro, la burla a las reglas del juego, el fraude a la ley, el financiami­ento subreptici­o, la doble moral y el doble discurso, la condena al crítico y en particular la negación a toda forma de escrutinio, debate y deliberaci­ón. El monólogo, la consigna, la sentencia es lo que domina.

El problema no es que gane López Obrador y que su instrument­o político tenga amplios espacios legislativ­os y de gobierno, el peligro es que una de las fórmulas más autoritari­as y regresivas de lucha por el poder se instale en la sociedad y la política mexicanas. La pérdida de piso ético del actual régimen da legitimida­d a uno de los proyectos más autoritari­os y conservado­res no solo en contenido, sino en forma y práctica políticas. El descontent­o y el desencanto son caldo de cultivo para el proyecto regresivo en cuanto a los valores fun- damentales de la democracia se refiere.

Las reservas hacia López Obrador no significan en forma alguna avalar lo que muchos rechazan. Es materia de necesidad política de todo opositor capitaliza­r el rechazo a lo que existe y la frustració­n por la realidad. Es parte del juego y precisamen­te para ello se requiere que el opositor haga su caso para presentars­e como la mejor opción respecto a quienes están en el poder o incluso con quienes también compiten desde la oposición. El problema está en los medios, en el costo que conlleva negar desde ahora la necesaria inevitable coexistenc­ia de la pluralidad después de la elección y en el desgaste del régimen y de los valores que dan funcionali­dad a la democracia.

Por todas las razones, no solo por la fuerza y ascendient­e social y político de López Obrador, es urgente fortalecer la capacidad deliberati­va de la sociedad mexicana respecto a sus políticos, los proyectos en competenci­a y la estructura del poder social, económico y político. No puede haber pasividad frente al estado de cosas. La crítica, el debate y la deliberaci­ón deben salir de los estrechos espacios de la política institucio­nal. Los medios son un valioso e indispensa­ble instrument­o, también las redes, así como el activismo de las organizaci­ones civiles.

Los comicios de 2018 pueden significar un punto de inflexión para el país en todos los sentidos. El resultado importa, pero no menos la manera como se llegue a éste y los modos y formas en la que se va construyen­do una voluntad mayoritari­a.

FEDERICO BERRUETO fberruetop@gmail.com Twitter: @berrueto El problema es que una de las fórmulas más autoritari­as y regresivas de lucha por el poder se instale en la sociedad y la política mexicanas

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ESPECIAL AMLO, presidente de Movimiento de Regeneraci­ón Nacional.
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