El teatro de la política
“La vida es una obra de teatro que no permite ensayos…” Chaplin
La política se presenta como un gran escenario (teatro), donde los políticos alternan la comedia y la sátira encarnando papeles de traidores, payasos, bufones y grandes víctimas producto de la falta de oficio y pericia. En el peor de los casos muchos actores ( políticos), convierten el ejercicio público en una cueva de ladrones donde Ali- babá es un personaje secundario.
Y es que para analizar el mapa de actores en la esfera pública hay que entender la tipología de los políticos. Comprender los actores desde una perspectiva conductual a través del substrato histórico (memoria), y de sus modalidades conductuales ( percepción), con eso podríamos evitarnos muchas desilusiones. Por ejemplo muchos priistas en la Laguna de Durango siguen confiando en sus correligionarios de partido, cuando los grupos priistas de la capital se caracterizan por desleales y traidores a la militancia tricolor de Gómez Palacio y Lerdo pero esa, esa es otra historia.
En el contexto nacional las puñaladas traperas, la deslealtad, el conflicto y la traición son la moneda corriente escenificando a Judas. Basta analizar la opinión publicada para darnos cuenta: Monreal amenaza con fracturar Morena, el Gobierno Federal embiste a Ricardo Anaya, perredistas traicionan al Sol Azteca, Claudio X. González en la mira del Gobierno, un fiscal anticorrupción sin consenso. De ahí una pregunta: ¿Dónde termina el teatro y dónde empieza la política?
El teatro es una de las expresiones artísticas más exquisitas que combina todos los sentidos. La política de igual forma, se desdobla en el ciudadano e invade todos sus sentidos donde los actores ( políticos), tienen contentos o defraudados al ciudadano- espectador. Aristóteles sostenía que la política era el arte de gobernar. Hoy nos gobiernan sin arte. Por actores, parece que tenemos simios pisando un escenario desgraciadamente sin ensayo ni repetición.