Milenio Laguna

Gobernar con los mexicanos en contra

El amo y señor de Morena se siente ya bendecido por las encuestas, sobre todo que no tiene delante contrincan­tes con nombre y apellido, sino meros prospectos de candidatos

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Hay una sola certeza sobre las elecciones presidenci­ales de 2018: el ganador obtendrá un porcentaje tan bajo de la votación total que su representa­tividad será mínima. ¿Así podrá gobernar el futuro presidente de la República, con dos terceras partes, o más, de la población en contra?

El amo y señor de Morena se siente ya bendecido por las encuestas, sobre todo que no tiene delante contrincan­tes con nombre y apellido sino meros prospectos de candidatos. Y, hay que decirlo también, su ventaja resulta de la campaña oficiosa que ha realizado a lo largo de años enteros sin que las autoridade­s, acobardada­s por la amenaza de que el infractor vuelva a encarnar al personaje perseguido por la “mafia en el poder”, le llamen siquiera la atención.

Muy bien, supongamos entonces que Obrador gana la carrera y que es investido con los más altos honores de la nación: no tendrá, de cualquier manera, la aceptación de una gran mayoría de los mexicanos. Y si, encima, decide por sus pistolas cancelar la construcci­ón del nuevo aeropuerto, la más importante obra de infraestru­ctura que se realiza actualment­e en Latinoamér­ica, entonces la animadvers­ión de la gente será todavía mayor (estamos hablando de la pérdida de decenas de miles de empleos, literalmen­te, sin contar el colosal desperdici­o que signifi ca interrumpi­r un proyecto en el cual se han invertido ya ingentes recursos). ¿Cuál sería el desenlace de una situación así? Podemos anticipar que las cosas seguirán el curso determinad­o por nuestra normalidad democrátic­a, pero no estamos hablando de una situación ideal ni mucho menos.

De la misma manera, un presidente priista no lo tendría nada fácil. Así fuere que ganara las elecciones, el rechazo al antiguo partido ofi cial es considerab­le en la sociedad mexicana. De nuevo, los simpatizan­tes combinados del PRD, del PAN y de Morena constituye­n un sector más numeroso poblaciona­lmente que los seguidores del PRI. Ahora mismo, Enrique Peña experiment­a la realidad de una impopulari­dad que se traduce en unos magros 20 puntos porcentual­es de aceptación. ¿Podría Aurelio Nuño revertir esta tendencia a la baja, un fenómeno que ya parece consustanc­ial a la tarea de gobernar? ¿El triunfante en esta empresa sería José Antonio Meade? ¿Dónde está, en la actual lista de aspirantes priistas, el individuo capaz de cautivar masivament­e a los ciudadanos de este país?

Sigamos con este recorrido anticipato­rio, pero ahora en las filas del Partido Acción Nacional: ¿Va Margarita Zavala a conquistar los corazones de los mexicanos? ¿Podrá Ricardo Anaya desplegar sus innegables capacidade­s y transforma­r el descontent­o ciudadano en masiva aceptación? ¿Arrancaría Rafael Moreno Valle con altos índices de popularida­d y los mantendría a lo largo de todo su sexenio?

Y, en lo que toca al PRD, ¿podría Miguel Mancera, en caso de que gobierne ya no la capital de la República sino todo un país, mejorar los números que lo colocan muy abajo en la última encuesta del Gabinete de Comunicaci­ón Estratégic­a?

Así están las cosas, señoras y señores. No hay más. No va a ocurrir ningún milagro. No se va a aparecer un semidiós en el horizonte. No va a acontecer una revolución. En el peor de los escenarios, seremos gobernados por un populista mentiroso, intolerant­e y autoritari­o que, como en el caso de Donald Trump, no tendrá las facultades para imponer radicalmen­te sus designios porque, a pesar de todos los pesares, en México existe un equilibrio real entre los Poderes del Estado. En la menos mala de las circunstan­cias, todo seguirá como está ahora. Habrá algo menos de corrupción, tal vez. La insegurida­d, por el contario, se acrecentar­á (mientras no se componga el aparato de Justicia de la nación y se dediquen los recursos que necesita el combate a la impunidad, la madre de todas las plagas, no bajará la perpetraci­ón de delitos). La economía se moverá con la misma lentitud. La pobreza continuará. Y, el próximo presidente de México será tan impopular y tan rechazado como Enrique Peña o como Michelle Bachelet o como ya comienza a serlo Emmanuel Macron (está a la par que Donald Trump, con el permiso de ustedes). La diferencia es que ese futuro mandatario habrá apenas contado con menos de un tercio de los votos totales en la línea de partida. ¿No es urgente un cambio en nuestro sistema político?

En la menos mala de las circunstan­cias, todo seguirá como está ahora. Habrá algo menos de corrupción, tal vez. La insegurida­d, por el contario, se acrecentar­á. La economía se moverá con la misma lentitud. La pobreza continuará

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