Milenio Laguna

UN ENCUENTRO CON PATTI SMITH

Apartada de los reflectore­s, la “madrina del punk” bebió tequila y comió chapulines en el mítico Café La Habana de la CdMx, luego de su presentaci­ón en la Casa del Lago Juan José Arreola el pasado 2 de septiembre

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lugar para andar por la cafetería en la que los personajes de Los detectives salvajes ambientaba­n sus debates de poesía o en la que el Ché Guevara desarrolló algunos pensamient­os revolucion­arios. De pronto, un despistado, con quien minutos más tarde platicaría, se sentó en la mesa contigua a la de Smith y Kaye, pidió un café, desplegó un periódico en el que a doble plana aparecían las fotografía­s de la conferenci­a de prensa ofrecida un día antes por Patti Smith y llamó la atención de los músicos. Ambos, se levantaron sonrientes, se sentaron junto a él y posaron para una foto. El admirador que dijo ser de la misma generación de Patti y Lenny, terminó su café, pidió la cuenta y antes de que se retirara, le pregunté si sabía que Patti estaría en ese lugar. Me dijo su nombre, Héctor Padilla y me confesó que entró a la cafetería porque tenía ganas de ir al baño y que fue al verlos que decidió quedarse y ordenar algo de beber. Agregó no ser muy afecto de tener autógrafos ni cosas por el estilo, pero que se iba con una impresión “muy bonita”, me contó también que al percatarse de que en esa mesa había tequila, decidió regalarles unos chapulines que acababa de comprar, ellos los aceptaron y los colocaron al centro de la mesa. Durante el transcurso de la tarde, fueron llegando poco a poco más fanáticos que descubrier­on el refugio de Patti y se acercaban con libros y otros objetos a los músicos, fue uno en especial, quien a diferencia de la mayoría, se acercó directamen­te a Lenny Kaye, le pidió retratarse a su lado y después le obsequió unas gafas oscuras, Lenny las recibió con una sonrisa en el rostro, se llevó la mano al bolsillo de su pantalón, sacó su cartera y de ella una plumilla, extendió su brazo y le regresó el cumplido a su fanático. Horas más tarde, entre las seis y las siete de la noche con un paquete bajo el brazo de mezcla especial de café, la mesa donde departiero­n Patti, Lenny y sus acompañant­es estaba lista para ser desocupada. Lenny, caminó hacia la puerta, se despidió del personal de La Habana, se acercó a una familia y salió. Patti, posó junto a la puerta del lugar para llevarse un recuerdo, se paseó por varias mesas mientras saludaba a los comensales y llegó de nuevo al portal, giró su cuerpo hacia el interior del restaurant­e y recibió el aplauso de todos los ahí presentes. Agradeció haciendo señas de despedida con ambas manos y emprendió la retirada. Hoy, el café La Habana ya puede contar a un ícono más entre sus famosos clientes.

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FOTOS: KARINA VARGAS

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