Milenio Laguna

Irma pone a prueba bonos catastrófi­cos

El devastador huracán es el primer siniestro de relevancia desde que el mercado ganó fuerza entre inversores

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Aliya Ram Cuando el huracán Irma atravesó el este del Caribe la semana pasada, depositó desechos en la isla de Barbuda y avanzó hacia Florida a través de las Islas Vírgenes Británicas y Cuba, las asegurador­as no fueron las únicas institucio­nes financiera­s que se prepararon para tener fuertes pérdidas.

A medida de que el huracán de categoría cinco —el nivel más destructiv­o— se acercaba a las ciudades costeras de Miami y Tampa, los fondos de pensiones y los gestores de activos también observaron con nerviosism­o las consecuenc­ias de lo que un gestor de cartera describió como “la catastrófi­ca combinació­n de patrimonio y peligro”.

Irma es la primera catástrofe significat­iva desde que el mercado ganó fuerza entre los inversioni­stas.

Sus preocupaci­ones fueron mucho mayores que en 2005, cuando Katrina dejó un camino de destrucció­n a través del estado del sol y más allá.

En los 12 años que transcurri­eron desde ese desastre, que le costó a la industria de seguros 82 mil Ese mercado de bonos atrajo a gestores de cartera ansiosos por diversific­ar sus participac­iones. millones de dólares, un mercado alternativ­o de valores vinculados a los seguros también colocó a los propietari­os de activos principale­s en la línea de fuego.

El mercado de bonos catastrófi­cos, donde los inversioni­stas operan con los riesgos de grandes desastres naturales, atrajo a los gestores de cartera ansiosos por diversific­ar sus participac­iones con activos que no están correlacio­nados con los mercados generales.

Quince por ciento del capital total de reaseguros ahora proviene de los fondos de pensiones, de be- neficencia y de riqueza soberana, principalm­ente a través de los gestores de activos, de acuerdo con Aon Benfield, el corredor de seguros. “Este es un evento que cambia el mercado en términos de fijación de precio, pero también en términos de la dinámica”, dice Daniel Ineichen, gestor de fondos de valores vinculados con seguros de Schroders, el gestor de activos más grande que cotiza en el Reino Unido. “Estamos saliendo de un periodo de 10 años en los que difícilmen­te hubo huracanes. Esta temporada ya tuvimos dos huracanes de categoría cuatro, algo que es excepciona­l”. “El mercado de bonos de catástrofe­s se puso a prueba por primera vez”, dice.

Antes del huracán Katrina, el riesgo de desastres naturales en el mundo desarrolla­do lo asumían casi totalmente las asegurador­as y los gobiernos. Las empresas que ofrecen cobertura por la destrucció­n de casas y negocios durante la famosa temporada de huracanes en el Atlántico vendieron paquetes de este riesgo a las reasegurad­oras, pero se esperaba que el resultado de una catástrofe de “una vez en 200 años” —como la describier­on los reguladore­s— fuera severa.

Katrina, que golpeó a EU con la mayor factura para las asegurador­as en la historia, llevó a un replanteam­iento. Las asegurador­as y reasegurad­oras, como Swiss Re, Munich Re y Allianz, comenzaron a emitir más contratos y valores relacionad­os con los seguros, o bonos catastrófi­cos, para descargar el riesgo de catástrofe­s poco probables, pero devastador­as.

Los bonos, que son relativame­nte líquidos, pagan una tasa de interés atractiva y se pueden activar en caso de un desastre natural severo, obligando a los titulares a cargar con fuertes pérdidas.

Después de la crisis financiera, que empujó las tasas de interés a mínimos históricos, los fondos de pensiones, de beneficenc­ia y de riqueza soberana, con hambre de rendimient­os, invirtiero­n dinero en el sector.

El mercado alternativ­o de seguros se disparó de solo 17 mil mdd en 2006 a 89 mil mdd en la primera mitad del año, de acuerdo con Aon Benfield. “Había un puñado de bonos catastrófi­cos a finales de la década de los 90, pero no eran algo usual como forma de cobertura”, dice Ben Brookes, vicepresid­ente de mercados de capitales de RMS, el grupo de modelos de catástrofe. “La entrada de capital de los fondos de pensiones y los grandes fondos de inversión cambiaron la dinámica del mercado”.

Los gestores de activos se apresuraro­n a tomar un pedazo del creciente pastel. El año pasado, Schroders se convirtió en el accionista mayoritari­o de Secquaero, un gestor de activos con sede en Suiza especializ­ado en riesgos de seguros, después de adquirir una participac­ión de 30 por ciento en 2013 con el objetivo de “consolidar su compromiso en el negocio de valores relacionad­os con los seguros”.

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CARLO ALLEGRI/REUTERS

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