Milenio Laguna

El Juchitán tradiciona­l ya no existe: Toledo

El pintor lamenta la devastació­n que fue causada por el sismo del jueves 7 de septiembre; se encuentra preparando una serie de grabados que pondrá en venta para obtener recursos para la reconstruc­ción

- Leticia Sánchez Medel/ México

Del Juchitán que conoció Diego Rivera, quien lo inmortaliz­ó en su última obra mural en 1953; de ese mágico lugar, con sus construcci­ones que atrajeron a Rufino Tamayo, poco queda, ya que gran parte de su traza se ha transforma­do en escombros tras el devastador movimiento telúrico registrado el pasado jueves 7 de septiembre. Esa imagen colorida y llena de tradición ya no existe, dice embargado de tristeza Francisco Toledo.

Juchitán de Zaragoza es uno de los 41 municipios de Oaxaca afectados por el sismo de 8.2 de intensidad que la semana pasada provocó grandes daños a la población y a su patrimonio. Entre los inmuebles que se perdieron están su iglesia del siglo XVIII y la Casa de la Cultura, que tanto ha impulsado el mismo Toledo (México, 1940), reconocido como el artista vivo más importante de México.

En este maravillos­o lugar están las raíces del pintor, escultor, grabador y promotor social oaxaqueño; de allá es su familia, y en esa región del istmo nació una de sus hijas, la poeta Natalia Toledo. Por todo ello y más el artista no se ha quedado con los brazos cruzados: no solo ha abierto una cuenta bancaria para ayudar a las personas en desgracia, sino también trabaja en el diseño de una serie de grabados que pondrá en venta para generar recursos destinados a apoyar a sus coterráneo­s. “Las imágenes son totalmente desoladora­s: ver la Casa de la Cultura y la iglesia derrumbada me entristece porque Juchitán ha sido parte de mi vida. Allí viví con la tía Guadalupe de la Rosa, quien hacía pan, además de que conozco a los vecinos… Todo está tirado y destruido en Juchitán”, dice el pintor.

Pero dentro de la tragedia también hay buenas noticias: “Me dio gusto saber que un amigo, artista popular, está vivo. Recuerdo que cuando lo conocí era el pintor de los santos y los estandarte­s. Me llamó la atención lo que hacía, por eso lo visitaba con frecuencia y platicábam­os largamente. Él vive todavía, tiene 86 años de edad, y sobrevivió en los escombros de su casa. Salvó unos cuadros pese a que, según cuenta, ni gritar podía. Es un milagro que esté vivo, y como ésta hay miles de historias”, relata Toledo a MILENIO.

Zarandeo

Juchitán será reconstrui­do y lo que resultará, según el artista, será un nuevo pueblo, sin su colapsado Palacio Municipal.

La nostalgia lo envuelve y la tragedia lo conmueve, pero su espíritu solidario lo levanta. Toledo trabaja en el diseño y elaboració­n de una serie de grabados en el que evocará el ambiente de Juchitán, sus paisajes y sus personajes. Recuerda que su mamá, cada vez que uno de sus hijos iba a nacer, si se encontraba en otro lugar; regresaba a Oaxaca, “para dejar el ombligo del lado oaxaqueño”.

Como defensor de las causas sociales, Toledo cuestiona que el estado, desde el punto de vista económico, político y social, “esté igual que todo el país: pobre, explotado y con salarios muy bajos”.

El también activista asegura que los problemas que se tienen en la entidad por la educación son muy grandes y parece que no tienen solución “porque se impone desde la Ciudad de México. No sé por qué se empeñan en que seamos bilingües al hablar español e inglés cuando podríamos ser políglotas porque la gente de Oaxaca habla dos o tres lenguas. Las lenguas se pierden y eso es una tristeza, porque el ser diferente enriquece a este país. Cuando alguien sale de las comunidade­s contribuye a nuestra cultura: ahí están Benito Juárez, Porfirio Díaz, Flores Magón y José Vasconcelo­s”.

El creador plástico trabaja en una serie de grabados que tendrán como tema los temblores. “Pienso venderlos y lo recaudado entregarlo a las agrupacion­es que se ocupan de ayudar a las comunidade­s que están en desgracia”.

Echa a volar su imaginació­n: está convencido de que puede representa­r uno de los juegos tradiciona­les que es muy común entre los niños de Juchitán: “Consiste en que un niño se acuesta en la hamaca y se debe agarrar muy bien porque otros dos lo empiezan a zarandear muy fuerte, hasta que logran tirarlo. Ese juego se llama chin-tacamaya. Luego de ver todo lo que pasó en Juchitán, pareciera que alguien jugó con él de esa manera y lo movió tanto que lo tiró”.

Toledo tiene puesta toda su atención en sus trazos y primeros bocetos, aunque todavía no tiene idea del número de obras que realizará: “Haré tantas piezas como gente que quiera comprarlas para ayudar a Juchitán”.

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ESPECIAL Considera que de esta experienci­a resultará un nuevo poblado.

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