Milenio Laguna

Continuaba escándalo del “desfalco” en la Presidenci­a

Seguía saliendo a la luz el escandalos­o caso de que las arcas de la Presidenci­a Municipal de Torreón estaban vacías, sin duda, una bochornosa bancarrota

- Cecilia Rojas

Los abnegados y sufridos profesores recibían su pago con vales, y ahí tenían que andar poniendo cara de cartón para conseguir cosas como comida, que el gobierno municipal condonaría de impuestos a las casas comerciale­s.

En otras cosas, un escándalo del mundo mundial se dio cuando se informó que en la ciudad eterna de Roma, había estallado una maléfica revolución bolcheviqu­e. Aquello había comenzado como manifestac­iones de italianos muertos de hambre.

Escaló a dimensione­s en las que los obreros se sumaron a la huelga, y al final, según se dijo, los bolcheviqu­es se infiltraro­n y aquello era insostenib­le. Sin dudas para los huelguista­s lo era, pero los gobiernos nunca aguantan nada, y la respuesta fue mandar tropas a las calles, plazas y a atacar a los manifestan­tes. Un clásico.

Junto con esa situación, terminó la huelga de ferrocarri­les en Italia; diarios de corte socialista eran acusados de incitar a las masas a salir a las calles. La gente estaba indignada pues no se resolvía ni la dotación de un espagueti.

Aunque los tratados de paz ya eran un hecho indiscutib­le, los delegados austriacos que recién recibieron copias de aquello, proponían unas reformas, situación que por supuesto fue ignorada por los aliados.

Japón estaba no muy contenta con la creación de la Liga de Naciones, porque no les hicieron caso en una propuesta importante: la de igualdad racial. Otro asunto pendiente era que los fundamento­s de la Liga planteaban la aprobación de la doctrina Monroe que sigue muy vigente.

Esa ley valía un kilo de garnachas en Tamaulipas; el gobierno mexicano ya les había advertido a los gringos que no se metieran por ahí, pero había muchos que seguían ingresando por los lugares más peligrosos.

Y ya llevaban a otro gringuito fallecido a manos de gavillas. La Casa Blanca exigía que se castigara de forma ejemplar a los malandros. Pero nadie dijo nada por esos ingresos ilegales a territorio nacional.

En la última plana, un texto que hablaba sobre el suicidio de un periodista. Motivos de sobra: básicament­e no darle gusto a nadie. “Porque hay periodista­s que podrían decir todo lo contrario. Y que saben donde están las brevas. Y que las cogen. Y se las comen que es lo más sabroso”, citaba la conclusión.

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