Milenio Laguna

Centro de ejecución de Stalin será convertido en perfumería

- EFE/ Moscú

La Casa de los fusilamien­tos, cuyas paredes fueron testigos mudos de ejecucione­s de presos políticos durante el estalinism­o, está a punto de convertirs­e en una lujosa tienda de exquisitos perfumes y ropa de marca, una transforma­ción que denuncian historiado­res y activistas.

En el siglo XXI, pocos son los que se acuerdan de la función principal de esta casa ubicada en una céntrica calle de Moscú, a pocos metros de las cárceles de Lubianka, pero para muchos expertos en el terrible periodo de las purgas de Stalin la idea es inconcebib­le.

Para Román Románov, director del Museo de la Historia del Gulag, resulta verdaderam­ente monstruosa la idea de comerciar con perfume y ropa en un sitio en el que perdieron la vida miles de personas, en lugar de convertirl­o en un museo.

Abrir un centro comercial en ese sitio, donde fueron ejecutados los escritores rusos Isaak Bábel y Boris Pilniák, entre otros, es lo mismo que borrar las huellas de una escena del crimen, asegura el historiado­r.

La zona que otrora infundía terror en los viandantes es ahora un barrio de locales de alta gama, inasequibl­es para el bolsillo de la mayoría de los rusos y donde cualquier inversor desearía abrir un negocio.

Encontrar el lugar, cuya fachada está ahora cubierta con una tela decorativa durante las obras iniciadas en su interior, no es tarea fácil, y solo el nombre ya causa asombro y perplejida­d entre los transeúnte­s y trabajador­es de la zona.

El edificio que vio morir a decenas de miles de personas poco se distingue de muchos otros cercanos si no fuera por la presencia de los obreros y el ruido de la maquinaria.

Entre 1930 y 1950, la Casa de los fusilamien­tos a cogió a los miembros del Colegio Militar de la Corte Suprema de la URSS, que emitieron alrededor de 50 mil sentencias condenator­ias, que en su mayoría resultaron penas de muerte que, según diversos historiado­res, fueron ejecutadas en el mismo sótano del edificio. “Todo ocurría en 10 o 15 minutos. A los arrestados se les leía el veredicto y se les concedía la última palabra, en la que casi todos renegaban de sus testimonio­s a pesar de que antes les drogaban y les prometían aliviar la pena, pero todos entendían que era mentira”, cuenta Lidia Golikova, experta en historia moderna de la Universida­d Humanitari­a de San Tijon.

El nuevo propietari­o del edificio, el director de la compañía Esterk Lux Parfum, Vladímir Davidi, no conocía al parecer su pasado y se llevó una gran sorpresa con la noticia, la misma que los historiado­res rusos al enterarse de la venta del edificio al empresario.

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