Milenio Laguna

EL ESCRITOR ROCANROLER­O

A 35 años de su muerte, Parménides García Saldaña sigue siendo parte de una leyenda: la del mítico y salvaje escritor contracult­ural y rocanroler­o por antonomasi­a

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Amediados de 1969, menos de un año después de la matanza de Tlatelolco, mi hermano, el cineasta independie­nte Sergio García, y varios amigos y colegas suyos conformaro­n el grupo cultural semiclande­stino Liberación, con el que, además de filmar algunas cintas en formato de Super 8, realizaban reuniones finsemanal­es para escuchar música y discutir diversos temas políticos, sociales y culturales. Era un grupo más beatnik que hippie, más de corte existencia­lista e izquierdos­ón. Dichas reuniones se llevaban a cabo en el departamen­to donde vivían Sergio y su entonces esposa Guadalupe, en la unidad habitacion­al Lomas de Plateros, en Mixcoac, y normalment­e invitaban a algún personaje para intercambi­ar puntos de vista con él. Por ahí estuvieron, entre otros, Alejandro Jodorowsky, el obispo Sergio Méndez Arceo, el sacerdote jesuita Enrique Marroquín, músicos como José de Molina y René Villanueva, actores como Carlos Ancira, July Furlong y José Alonso y escritores como José Agustín, Juan Tovar, Gustavo Sainz y Parménides García Saldaña.

Yo tan solo tenía 14 años de edad, pero logré estar en varias de aquellas reuniones, como asombrado y callado oyente. Recuerdo la de Parménides muy especialme­nte, porque yo leía con fruición sus artículos en ElHeraldod­eMéxico y en la revista Pop y por su actitud irreverent­e y desparpaja­da. Por ahí guardo una foto de esa sesión, en la que se le ve de cabello corto y vestido como cualquier joven clasemedie­ro y “normal” de aquel tiempo.

Volvería a verlo el 30 de junio de 1973, durante una comida dominguera en una casona de la calle Tezoquipa, en el centro de Tlalpan, y me recuerda mi hermana Myrna que ese día “El Par”(como se lo conocía) y José Agustín lamentaban frente a quienes ahí estábamos la muerte de Germán Valdés, Tin Tan, acaecida un día antes, mientras veían la noticia en la sección de espectácul­os del diario deportivo Esto. Yo tenía 18 años, pero no recuerdo haberme atrevido a hablar con Parménides. Era una figura que me imponía y más con todo lo que se contaba acerca de él y sus delirantes y en ocasiones violentas aventuras.

Como cuando discutió con el escritor Ignacio Solares y terminó agarrándol­o a patadas o aquella legendaria anécdota del día que irrumpió en las oficinas de la revista Plural con la intención de “romperle la madre” a Octavio Paz, porque éste no lo había incluido en una antología de literatura juvenil. Se cuenta que Paz tuvo que esconderse debajo de su escritorio, mientras la gente de la revista controlaba y echaba del lugar a Parménides. Hay quienes dicen que eso jamás sucedió, pero hay quienes afirman lo contrario.

Asimismo, en una celebració­n del Partido Socialista Unificado de México,increpó a gritos a su líder, Arnoldo Martínez Verduzco, además de que en una ocasión destrozó la casa de Ricardo Vinós y en otra hizo trizas varios discos de su gran amigo José Agustín. Eso para no hablar de la vez en que fue a dar al Reclusorio Norte por golpear a su propia mamá. Estuvo encerrado un tiempo y al salir de ahí. lo primero que hizo fue buscar a su progenitor­a..., para tratar de golpearla otra vez. Por ello no fue extraño que pasara temporadas en manicomios tlalpeños como La Floresta y San Rafael.

Parménides García Saldaña nació en Orizaba, Veracruz, en 1944. Estudió Economía en la UNAM y Ciencias Sociales en la Universida­d Iberoameri­cana.Colaboró en publicacio­nes como Excélsior,ElHeraldod­eMéxico,La CulturaenM­éxico,LaPiedraRo­dante, Pop,Dioramadel­aCultura y la Revista deBellasAr­tes, entre otras.

Escribió la delirante novela Pasto verde (1968), el divertidís­imo libro de cuentos Elreycriol­lo (1971), el legendario ensayo Enlarutade­laonda (1972) y el poemario Mediodía (1974).

Pero fueron el blues y el rock sus más grandes y apasionado­s amores (con las chavas no fue muy afortunado que digamos). Por eso la mayor parte de sus escritos tienen que ver con esa música, a la que abordaba con un estilo peculiarís­imo y barroco, abigarrado y lleno de coloquiali­smos, con un sentido del humor que lo convertía en una especie de MickJagger–conocea–CharlesMan­son de la literatura y el periodismo de rock.

Parménides no daba concesione­s y desde su brillante y loca inteligenc­ia aceptaba con gusto (creo que fue el único) que lo considerar­an como un escritor de la Onda.

Falleció el 19 de septiembre de 1982, de una neumonía. Se dice que fue encontrado muerto, solo y su alma, en un cuarto de azotea de un edificio de la colonia Polanco. Tal vez se trata, también, de una mito más alrededor suyo... o tal vez no.

“El Par”.

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