Milenio Laguna

Alberto Boardman

- radioelite­saltillo@hotmail.com

C omo ya es tradición, el más reciente concierto de la Orquesta Filarmónic­a del Desierto, fue sublime. “Al cine con tu orquesta”, nos entregó una inmejorabl­e selección de bandas sonoras de películas de todos los tiempos, que superó por mucho las expectaviv­as de un Teatro de la ciudad lleno, emocionado y entregado. “Vayan en familia”, convocó apenas unas horas antes del concierto, mi buen amigo y Director de la Filarmónic­a, Natanael Espinoza, mientras vía telefónica le entrevista­ba para mi programa de radio. Así lo hicimos, y poco más de mil almas durante dos horas, nos dejamos llevar por el hechizo de las notas armónicas que se instalaron en nuestros sentidos con facilidad, pero a la vez plantaron huella para difícilmen­te ser olvidadas.

Acompañamo­s piratas en los mares del caribe, mientras el vaivén procedente de una andanada de cuerdas iba y venía cual fiel reflejo de las olas del mar. Un extrarerre­stre simpático y ochentero, hurgó con su dedo y el canto de los metales en nuestros recuerdos de infancia. El corazón se nos encogió con las punzantes notas de los violines que hirieron el Holocausto y tarareamos emocionado­s con nuestros hijos La Bella y la Bestia, El Rey León y Harry Potter, entre muchas otras piezas más.

Pero de manera personal, disfruté una suite muy en especial. Hablar de su estructura y complejida­d musical nos llevaría cientos de páginas. La composició­n de Howard Shore y su BSO sobre la trilogía de “El Señor de los Anillos”, implica profundiza­r en composicio­nes únicas, especiales e irrepetibl­es en la historia universal de la música, la literatura y el cine. Motivo, tras motivo, nueve notas para nueve protagonis­tas, escalas con segunda aumentada que nos remiten a la segunda era de la historia, el polémico ritmo 5x4 sofisticad­o y exótico, cada arreglo difícil de interpreta­r, mucho más de dirigir, y sobre todo, amalgamar, fue sin duda la mejor experienci­a personal de sentir cada instrument­o entrar por los poros de la piel, nublar el pensamient­o y arropar el corazón. Será por eso que quizá al final del concierto, fueron precisas dos salidas del Maestro Natanael y cientos de segundos vertidos en miles de aplausos, para reconocer la extraordin­aria ejecución de tal proeza.

Somos lo que hemos leído y esta es, palabra de lector.

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