Milenio Laguna

¡Por qué no te callas, Trump!

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R ecuerdo ese momento en noviembre de 2010 cuando el rey Juan Carlos I se desesperó ante la irrespetuo­sa e insoportab­le verborrea de Hugo Chávez, en la 27 Cumbre Iberoameri­cana de jefes de Estado, en Santiago de Chile, y le dijo el viral y tan aplaudido: “¡Por qué no te callas!”

El 23 de septiembre, Donald Trump, en sus ya acostumbra­dos tuits de insultos y necedades, puso un mensaje muy amenazante que decía: “Acabo de escuchar al ministro de Relaciones Exteriores de Corea del Norte en la ONU. Si él repite las ideas del pequeño hombre-cohete, ellos (los norcoreano­s) no durarán mucho más.”

Una amenaza en 140 caracteres que los norcoreano­s tomaron muy en serio, al grado de afirmar que para ellos esto era una declaració­n de guerra. Y no es que Corea del Norte sea el mejor ejemplo de respeto a las naciones, pero la sensatez y tranquilid­ad deben ser al menos dos de las principale­s virtudes de cualquier presidente de una nación y mucho más del que es considerad­o la principal potencia militar del mundo.

El punto es que más allá de los norcoreano­s enojados, también la se molestó. Y es que cada vez más personas en esta y otras redes sociales no pueden entender cómo Donald Trump usa a Twitter como el espacio perfecto para insultar, amenazar y divulgar mensajes que incluso han sido tachados de racistas sin que nadie haga nada.

Su enfrentami­ento con la NFL por la protesta contra el racismo —que comenzó el año pasado con el jugador Colin Kaepernick, quien se hincó durante el himno nacional para mostrar su inconformi­dad por los abusos policiales contra afroameric­anos— ha sido una de las noticias más sonadas en las últimas semanas y es que Trump, en vez de conciliar o tratar de encontrar una forma política de afrontar la situación, decidió enojarse y salir con todo en Twitter contra estos jugadores diciendo: “Por nuestra gran bandera americana (o país) deben ponerse de pie para el himno nacional. Si no, usted está despedido. ¡Encuentra algo más que hacer!”

Aunque aquí hubo todo tipo de reacciones, a favor y en contra, lo cierto es que para muchos se interpretó como un insulto a la libertad de expresión.

Si bien este tuit puede tener muchas interpreta­ciones, el de norcorea no. Ante esto, los usuarios en Twitter preguntaro­n a esta red social por qué no suspendían la cuenta del presidente si claramente estaba violando las reglas de la compañía, que dice que los mensajes que fomenten la violencia contra otras personas, las ataque o amenace directamen­te con base en raza, religión u otros factores, serán razón para ser borrados y suspender la cuenta del usuario.

Twitter no se quedó callada y contestó en seis mensajes de 140 caracteres que no suspenderí­a la cuenta del presidente Trump porque una política interna —que ahora harán pública— determina que para determinar si un tuit viola sus reglas consideran si su valor noticioso o de interés público está por encima esas mismas reglas; es decir, que por ser famoso o simplement­e el presidente, está por encima de estas normas que aplican para todos los otros usuarios, pues lo que Trump diga es tan “importante” que es noticia.

Si bien es cierto que lo que diga @potus es noticioso, creo que Twitter sabe perfectame­nte que el presidente Trump o cualquier otro líder de una nación tiene el presupuest­o y los medios necesarios para hacer que su mensaje llegue a quien desee.

Escudarse en que es de interés público una amenaza de muerte y por eso no suspende al usuario o borra el tuit es, creo, una forma de no meterse en problemas ante una posible represalia de Trump, que ya sabemos cómo puede reaccionar, más que una verdadera decisión en pro de la divulgació­n de informació­n.

Twitter pudo decirle y demostrar a sus usuarios que nadie está por encima de nadie y nadie puede amenazar a nadie. Twitter perdió una oportunida­d de oro con todas la de ganar, de poder parafrasea­r al rey Juan Carlos I y decirle al presidente de EU en menos de 140 caracteres y de una vez por todas: “¡Por qué no te callas, Trump!”

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MOIS ÉS BU TZ E

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