Lanzó a principios de año su propia aplicación para viajar en furgoneta
transporte público. A las afueras de Toronto, la ciudad de Innisfil firmó un acuerdo para subsidiar el costo de los viajes de Uber para los residentes: se calculó que esto resultará más barato que instalar dos nuevas líneas de autobuses.
En Summit, Nueva Jersey, el pueblo subsidia los viajes en Uber en lugar de gastar 20 millones de dólares en un nuevo estacionamiento junto a la estación de trenes. “La gente utilizará sus coches de manera diferente en el futuro, ¿entonces por qué querríamos hacer una enorme inversión de capital?”, me dijo Amy Cairns, una portavoz. Lyft hizo tratos similares en Colorado.
Uber y Lyft tal vez sienten el potencial de ampliar su mercado, están ansiosos por acoger este desarrollo. Se imaginan un futuro en el que menos personas van a tener coches y en su lugar van a depender de una combinación de servicios de solicitud de transporte y trenes. Las compañías ya gastan dinero en la promoción de los cambios de hábitos: a principios de este mes, por ejemplo, Uber anunció viajes subsidiados a ciertas estaciones del tren ligero de Seattle, y la misma empresa proporciona el subsidio. Sin embargo, con esta estrategia se produce un riesgo. Si Uber se convierte en un servicio público indispensable, se le podrá aplicar una regulación como tal.
Ya una serie de disputas de precios persigue a la empresa, que ajusta las tarifas de forma dinámica con base en un algoritmo. Si Uber o Lyft fueran proveedores únicos de un bien público en una ciudad, el escrutinio regulatorio aumentará.
Otras ciudades adoptaron un tercer enfoque, aprovechan la tecnología de las compañías de solicitud de transporte para lograr que los servicios de transporte público funcionen mejor. Austin lanzó a principios de año su propia aplicación de servicio bajo demanda de una furgoneta compartida. Nashville realizará una prueba similar.
Tal vez, después de todo es posible reinventar el autobús.