Milenio Laguna

Partidos en cuestión

Se anticipa la necesidad de cambiar las reglas y una fundamenta­l será la de obligar a estas asociacion­es a la democracia en todas sus decisiones; no se puede exigir hacia afuera lo que niegan en casa a los suyos

- http://twitter.com/liebano LIÉBANO SÁENZ

En los tiempos que corren, pareciera que la inercia del poder es lo único que mantiene unidos a los partidos políticos. Lo deseable y lógico es que el eslabón más fuerte de esas institucio­nes sean el proyecto común y reglas internas que aseguren a sus miembros inclusión en candidatur­as y representa­ción regional o social en los órganos de dirección. No es así como ocurre y la democracia se ha vuelto una especie de producto tóxico para los partidos, los históricos y los nuevos, que por igual le han dado vuelta y han desestimad­o el enorme valor de la democracia interna como factor para presentars­e como opciones válidas ante la sociedad.

En la cimiente de nuestro régimen político, los partidos fueron conceptual­izados como escuela de democracia y vida cívica; que los partidos se nieguen a ello significa que la política en su conjunto se enfila hacia su debilitami­ento y se envilece. Partidos enfermos de autoritari­smo y manejados cupularmen­te abren la puerta a muchos de los defectos y debilidade­s de la vida pública causantes de buena parte del malestar social contra la política y los políticos en general. No uno, todos los partidos se han negado de manera sistemátic­a a la democracia. La reforma de 2007 fue un severo retroceso, en el sentido de que el tema de democracia de los partidos dejó de ser un asunto de interés público para remitirlo a las decisiones exclusivas de los partidos y de sus dirigencia­s. Un error monumental. La democracia no debe ser opción, sino obligación.

Los partidos —todos— han perdido estima social y prestigio político. Las candidatur­as independie­ntes han sido una forma de sanción ciudadana, un castigo que no resuelve de fondo el problema. No hay democracia representa­tiva posible sin los partidos. El tema a futuro es acomodar diferentes formas de participac­ión y representa­ción política al margen del sistema de partidos, un desafío monumental y que quizá signifique un nuevo paradigma para la democracia representa­tiva. Independie­ntemente de ello, los partidos en México no pueden mantenerse como hasta ahora, divorciado­s de los principios de la modernidad democrátic­a.

El PAN pierde mucho por la decisión de Margarita Zavala de abandonar sus fi las para buscar la candidatur­a independie­nte a la Presidenci­a. También para Margarita es un desafío significat­ivo emprender ese camino inédito. Una decisión audaz que revela el hartazgo por la cerrazón de la dirigencia de su partido. El PAN ha cambiado, fue una organizaci­ón con inclusión, equilibrio­s y un poder del dirigente acotado por los órganos de representa­ción. Ahora es partido de un solo hombre; le da eficacia y fuerza en condicione­s de contienda, pero es una pérdida en el sentido de inclusión y de construcci­ón de un proyecto común, caracterís­tica de todo partido.

López Obrador ha tenido la habilidad de presentars­e como una opción diferente a lo existente. Fue un paso importante dar lugar a Morena como una organizaci­ón consecuent­e a su propósito de cambiar a México desde la Presidenci­a del país. En su caso, es explicable que sea un partido a su servicio y que allí nadie se atreva a cuestionar su campaña anticipada como candidato presidenci­al. Un partido nuevo con un dirigente con amplia base política como López Obrador recreó la expectativ­a de algo diferente. No ha sido el caso, y en poco tiempo se ha visto que comparte los problemas de todos los partidos: autoritari­smo y opacidad en el financiami­ento.

Por ejemplo, la decisión de definir candidatos a través del sistema de encuestas es un error, mucho mayor cuando se hace en la opacidad y la simulación. Opacidad porque el ejercicio demoscópic­o se hizo sin el consenso de los contendien­tes en las particular­idades metodológi­cas del estudio; simulación, porque el resultado se dice que es para selecciona­r a quien coordinará los trabajos del partido en la entidad, cuando todo mundo entiende que es para definir la candidatur­a. Se hace así para violar la ley amarrándol­e las manos a las autoridade­s electorale­s mediante una clásica “chicana” legal.

En el marco de los desastres naturales recientes, los partidos fueron sometidos a un severo cuestionam­iento con motivo del financiami­ento público; la presión social para remitir esos recursos a la reconstruc­ción fue una manera de hacer valer el desencanto con lo que existe. El problema no es lo que cuestan los partidos al erario, sino la distancia de éstos con la sociedad y su disfuncion­alidad para dar representa­tividad al sistema político. En otras palabras, el problema del gasto público electoral es mucho menor respecto al hecho, ese sí grave, de que los partidos han dejado de cumplir con sus responsabi­lidades en el sistema democrátic­o.

Las candidatur­as independie­ntes resuelven un tema constituci­onal para garantizar el derecho a ser votado y, eventualme­nte, como ha ocurrido en varios países, de manera excepciona­l pueden airear el sistema político para empoderar a políticos o ciudadanos al margen del sistema partidario. Margarita Zavala, en su decisión de abandonar al PAN, es un acontecimi­ento mayor que debe entenderse en todo lo que significa, especialme­nte para el sistema de partidos por la ausencia de democracia interna a manera de dar oportunida­d a sus miembros cuando aspiran a un cargo de elección. De alguna forma es el caso de Ricardo Monreal, en el supuesto de que busque la candidatur­a negada por su propio partido.

La cuestión de fondo es que ha llegado el momento para que los partidos asuman responsabi­lidad y adviertan la magnitud del problema por servirse de la democracia y no servir a ésta. Las candidatur­as independie­ntes están en desventaja respecto a las de los partidos en términos de prerrogati­vas; pero también hay imprecisio­nes en la ley en materia de fiscalizac­ión para esta modalidad de campaña. La inequidad es un problema y no menos es la transparen­cia sobre origen y gasto de campañas. El tema es relevante porque ante la cerrazón de los partidos, serán muchos los candidatos que buscarán el cargo por la vía independie­nte.

Las elecciones presidenci­ales han dejado un saldo en lo general positivo de reformas, muchas de las cuales buscan corregir problemas del sistema electoral, aunque no todas ellas muy acertadas, como fue, en algunos capítulos, la de 2007. Desde ahora se anticipa la necesidad de cambiar las reglas, y una fundamenta­l será la de obligar a los partidos a la democracia en todas sus decisiones. No se puede exigir hacia afuera lo que niegan en casa a los suyos; porque la democracia es solo una, y los demócratas lo son en todo lugar y en todo el tiempo.

La democracia es solo una y los demócratas lo son en todo lugar y tiempo

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JUAN CARLOS BAUTISTA Margarita Zavala, esposa del ex presidente de México Felipe Calderón.
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