Milenio Laguna

Basta caminar por sus

Calles para constatar el desolador panorama: varias casas en ruinas o apuntalada­s

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Para los habitantes de San Gregorio Atlapulco el tiempo se detuvo desde hace más de dos semanas. Dicen que las autoridade­s se han olvidado de su pueblo, el más golpeado por el sismo en la delegación Xochimilco. En este lugar murieron seis personas y según el censo realizado por los vecinos, más de mil 200 casas fueron afectadas.

Basta caminar por sus calles y callejones para constatar el desolador panorama: decenas de casas en ruinas o apuntalada­s. De otras, no ha quedado nada, solo escombros.

“Nuestro pueblo es uno de los más devastados, por número de viviendas creo que superamos a muchas delegacion­es y aún así nadie se ha presentado a hacer una visita que corrobore eso”.

Es María Saldaña quien recorre el pueblo para mostrarnos cómo familias enteras duermen en las calles, improvisan­do camas con colchoneta­s y sobre rústicos comedores. Hacen guardias para cuidar las pertenenci­as que les quedan y recolectan agua de lluvia porque desde el día del sismo el suministro está suspendido.

“Ponemos el colchón, ponemos una lonita. No nos queda de otra” lamenta una vecina, Julieta Salvador.

Al caminar por las agrietadas calles y callejones, las historias de los damnificad­os brotan por decenas. Familias que lo perdieron todo, pero que están dispuestas a comenzar de nuevo. “Quisiera que ya que me dijeran: ‘Ya voy a tirar su casa’ para hacer aunque sea un cuarto para meter a mis hijos, porque De algunas viviendas solo quedó un esqueleto de cemento y fi erros. es difícil vivir en la calle”, dice Leticia. De su hogar solo quedó un esqueleto de cemento y algunos fierros.

Decenas de familias esperan un dictamen de sus propiedade­s, pero aquí no hay nadie que les diga qué hacer con las estructura­s que apenas se sostienen. Por el miedo prefieren dormir en la calle. “Necesitamo­s saber cuáles están dañadas estructura­lmente, cuáles están a punto de colapsar”, piden.

La distancia de las autoridade­s con los habitantes es evidente. En las calles son las brigadas de civiles y universita­rios quienes les han tendido una mano. “Gracias a Dios la gente nos trae un taco, una cobija y medicinas. A ellos les damos las gracias. De nuestro delegado y de nuestro jefe de Gobierno no hemos sabido nada”, dice Bernardo Suárez.

En San Gregorio tampoco se han reanudado las clases. Los pequeños se reúnen para estudiar bajo el sol, sobre escritorio­s de cartón.

La gente también camina entre socavones que dejó el temblor.

Dice María que hay miedo e incertidum­bre de que la tierra vuelva a cimbrar.

“¿Qué esperan? que haya más pérdidas humanas. ¿A quien vamos a responsabi­lizar? ¿Quién nos va responder por esa negligenci­a?, porque es una negligenci­a no responder a las necesidade­s de manera urgente que tiene la población”.

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