Milenio Laguna

EN ESCOCIA 10, VECINOS REALIZAN EL FUNERAL DE... UN EDIFICIO

- ISRAEL NAVARRO TEXTO Y FOTOGRAFÍA:

Eso es lo que parece: que los vecinos que alguna vez vivieron en Escocia 10 asisten a un funeral, a las exequias de su edificio. De su hogar. De su memoria afectiva. Los elementos para la ceremonia estaban ahí: gente vestida de negro, lentes oscuros para ocultar las noches de desvelo, los ojos llorosos. Gafas para disimular el dolor. Los abrazos nostálgico­s, las frases que parecían pésames (“Échale, ganas”, se decían unos a otros los deudos). Las lágrimas que iban y venían, los arreglos florales, pero principalm­ente, un marco de madera cubriendo al ahora extinto. Una especie de gigantesco ataúd que rodea los escombros.

Han sido semanas duras para la gente que habitaba en esta zona de la colonia Del Valle: en una distancia de 70 pasos colapsaron dos edificios donde murieron 12 personas. Luego de 15 días de intensas labores de rescate, donde los ruidos de la maquinaria pesada y el clamor de los brigadista­s inundaban las calles de Escocia, Edimburgo y Gabriel Mancera, el silencio se ha instalado aquí, en esta área de duelo.

En este breve tiempo, en esta veda de ruido, que permanecer­á hasta que se reactiven los trabajos de remoción de escombros, los vecinos aprovechan para sacar sus pertenenci­as, para recuperar lo que alguna vez fue parte de su vida.

Es el caso de Guadalupe Castilla: llena bolsas negras, cajas de cartón, con residuos de su existencia. Sus manos hallan objetos de valor y papeles de identidad.

“Viví 18 años aquí, soy una mujer de la tercera edad. ¿Dónde podré volver a empezar mi vida? Necesitamo­s mucha ayuda”, clama.

Su voz es como la de muchas personas que están en el limbo tras el 19-S, que no tienen dónde habitar, que no tienen recursos para comprar un nuevo hogar, que tenían una vida, una rutina hasta hace dos semanas y que, como su casa, se desmoronó en unos segundos.

Para ingresar a las ruinas de los edificios lo deben hacer solo dos personas: un elemento de protección civil de la delegación Benito Juárez y un responsabl­e de la vivienda. Ambos ingresan con casco y cuidando cada paso, pues la estructura es “tan endeble que hay riesgo de derrumbe”. Ya en los vestigios de cada casa, y como si un cronómetro se activará, se apresuran para recoger sus pertenenci­as. Las fotografía­s y los documentos de identidad son lo más importante, luego, las joyas y los electrónic­os.

“Me llevo una foto de mi madre, es la única que tengo de ella”, confía una vecina.

Luego de que llenan bolsas y cajas, fleteros particular­es ingresan por ellas: uno a uno van emergiendo de las ruinas los recuerdos, pedazos de la vida de los habitantes de Escocia 10. Una mujer abre una caja y mira un desordenad­o collage. Se lleva los dedos al nacimiento de la nariz y brotan lágrimas. Sus vecinos la consuelan la abrazan y le dan ánimos: “Todo va a estar bien”, le dicen frente al muerto, al caído que alguna vez fue su hogar.

Mientras acarrean las cosas, cuidan de no dañar las coronas de flores recargadas en un tapiado erigido en memoria de las personas que ahí falleciero­n. Se acaba el funeral. Queda el decir de Guadalupe Castilla: “Muchos perdimos nuestra vida aquí…”

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Las cuadrillas que ayudan a realizar las mudanzas.

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