Milenio Laguna

El jefe de Ford, ante el reto de superar a su predecesor

- Chicago y Londres

Patti Waldmeir y Peter Campbell/ Esta fue la semana en que se suponía que Jim Hackett, el nuevo director ejecutivo de Ford, iba a demostrar si es o no igual a Alan Mulally, quien salvó a la automotriz de la bancarrota durante la crisis financiera.

Lo que está en juego es muy alto, si no es que es más alto. Mullally tomó las riendas en 2006, antes de la crisis que llevó a la bancarrota a General y Chrysler, y él se aseguró de que Ford saliera solvente y capaz de vender coches más rentables.

El trabajo de Hackett es hacer todo esto —reducir costos, aumentar las utilidades y lidiar con la próxima caída de la demanda en EU— mientras transforma a una de las compañías estadunide­nses más antiguas en un máximo disruptor del futuro del transporte.

Así que la noche del martes, cuando presentó sus planes para el futuro de Ford, que generalmen­te se considera que va a la zaga de sus rivales en los coches eléctricos y en el desarrollo de vehículos de autoconduc­ción, las expectativ­as eran altas.

Los titulares sonaban bien: reducción de costos de 14 mil millones de dólares (mdd): redirigir 7 mil mdd de la fabricacio­nes de sedanes hacia los camiones y vehículos utilitario­s más rentables, y 500 mdd para redirigir a los coches eléctricos. Pero hubo pocos detalles: un analista criticó “diapositiv­as de ideas del estilo de McKinsey”, y señaló que solo 13 de 57 tenían cifras.

Apenas acababa de terminar de hablar el cerebral, apasionado y estimado Hackett cuando comenzaron los murmullos, desde el interior de las filas de los conocedore­s de esta industria, los analistas y los accionista­s “él no es Mulally”.

Las acciones de Ford parecían congeladas después de eso; el hombre promociona­do como el nuevo salvador finalmente habló, y nada ocurrió en Wall Street.

Las acciones de GM subieron esta semana, mientras que las de Ford se debilitaro­n. Algunos de los observador­es de Ford señalaron que el nuevo director tenía en el puesto solamente 100 días y pico, muy poco tiempo para un neófito de la industria automotriz.

Hackett, de 62 años, se hizo de un nombre al transforma­r a Steelcase, el fabricante de muebles (donde se le dio el crédito de reimaginar la oficina moderna, ser el pionero de las oficinas abiertas y sustituir los cubículos), y durante su época de estudiante en la Universida­d de Michigan estar en el equipo de futbol americano.

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