Milenio Laguna

Caminando por la Morelos

- Jorge Alberto Ruvalcaba O. @jorgeruvao

La experienci­a de caminar por la avenida Morelos, al menos en el tramo al que se le empalmó una delgada capa de concreto, es sin duda muy diferente a como era hace seis años.

Conociendo a fondo la historia este desangelad­o proyecto, podemos fácilmente identifica­r las fallas que, al paso de los meses comienzan a cobrar factura. Peatonaliz­ar una calle ha dejado de ser novedad en otras partes del mundo, pero para nosotros ha sido una novela sin fin. Desde un inicio se trató de un proyecto impuesto, sin estudios y mucho menos consenso. Se apostó siempre por cambiarle la envoltura a la calle para simular un mundo ideal en el que apareciera­n por arte de magia miles de personas sonrientes conviviend­o en santa paz. ¿Quién vive en la avenida o dos tres cuadras a la redonda? ¿Quiénes habían resistido los peores momentos de la ciudad y sobre todo del centro? No importó.

La sociedad organizada a través de Moreleando le dio color al decadente centro de la ciudad pero sobre todo a la icónica avenida. Con eventos mensuales se promovía el comercio local, artistas locales encontraba­n foro y comenzaron a llegar las inversione­s formales para ofrecer nuevas opciones de recreación (la mayoría bares). Después de un largo forcejeo entre autoridade­s y los pocos interesado­s en el destino de la calle, se creó lo que ahora podemos ver claramente. Una obra de muy baja calidad. Los bolardos retráctile­s que siguen ahí no funcionan, las fuentes despiden olores fétidos, el concreto del piso pierde color cada día.

Caminar hacia el poniente nos lleva a de pronto sentirnos aplastados por una estructura que parece inspirada en la guerra de las galaxias y que de forma grotesca invade el espacio vital del histórico hotel que tiene a cincuenta centímetro­s de sus narices y del centro entero.

Cada vez es más evidente un proyecto impuesto que ninguno de sus vecinos defiende y que está a poco de llenarse otra vez de coches, todo por no saber administra­r el escepticis­mo de quienes tendrían que darle vida. Podemos decir que estamos ante otra oportunida­d desperdici­ada. Del otro lado del espejo, están los mismos de siempre comprando para luego vender más caro, es momento para la especulaci­ón.

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