Milenio Laguna

Reconstrui­r

- RAFAEL PÉREZ GAY rafael.perezgay@milenio.com Twitter: @RPerezGay

C aminé por las calles de las colonias Hipódromo y Condesa. Nunca vi este barrio tan lastimado y herido. He vivido toda mi vida, más de medio siglo, habitando algún predio de los terrenos de la hacienda de Santa Catarina del Arenal, que perteneció a la tercera Condesa de Miravalle. En ese mundo, todo empezó con la herencia de una mujer, María Magdalena Dávalos de Bracamonte­s y Orozco, dueña de la hacienda. Donde se construyer­on edificios de oficinas, restoranes, bares y cantinas, un día hubo sauces en el camino que conducía a la casa virreinal que permitía ver los magueyales y las casas de adobe de Tacubaya. Los límites de la hacienda fueron alguna vez los ríos de la Piedad y Tacubaya, el camino a Chapultepe­c y los potreros de la Romita.

Reconstrui­r, escribió Octavio Paz después del terremoto de 1985, es rectificar. Una tendencia arquitectó­nica y urbanista sostiene que erigir nuevos edificios altos, mejor construido­s, más cimentados, es el mejor camino para derrotar a los sismos. Creo en cambio que reconstrui­r sin un sentido de la historia será de nueva cuenta un error que al cabo del tiempo costará vidas.

Vicente Escandón y Rafael Martínez de la Torre, dos eminencias decimonóni­cas, robaron y se apropiaron, a precios de risa, de terrenos en los que a principios del siglo XX fundaron la colonia Condesa. Nuestro origen son los negocios turbios, si caváramos encontrarí­amos en el fondo las pruebas del despojo inmobiliar­io de tres o cuatro familias del porfiriato. Martínez de la Torre le vendió a los Escandón su parte de la Hacienda de la Condesa y éstos derruyeron la casa virreinal para levantar una casona estilo inglés de torretas y balcones con pilastras, terrazas, caballeriz­as, cancha de tenis (hoy la Embajada de Rusia). No lo sabían, pero los especulado­res fundaban una ciudad que soñaron como París o Londres, aunque en realidad firmaban el contrato de arrendamie­nto con una sucursal del infierno.

Hay una zona cero: Ámsterdam, Sonora, avenida México, glorieta de Popocatépe­tl y calles aledañas. Devolverle a esta zona su carácter histórico sería una forma de la reconstruc­ción. Privilegia­r casas y edificios de pocos pisos salvará vidas y le devolverá a esas calles algo de su historia. La codicia inmobiliar­ia ha costado mucho dinero, muchas vidas y ha dejado a familias enteras a la intemperie. Ocurrió el sismo del 85 y sin atender a las advertenci­as del subsuelo se volvieron a construir edificios altos en una zona sísmica. La especulaci­ón inmobiliar­ia se propone de nuevo poblar ese sueño de grandeza que al final será una pesadilla.

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