Milenio Laguna

Dinero y partidos. El origen

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com http://bit.ly/1stpnNy)

L a discusión sobre el financiami­ento público de los partidos debería hacernos volver al principio, al espíritu con que fue fundada la democracia mexicana, y a la actitud que los partidos tenían entonces al respecto.

Sabemos ahora que la regla oculta de cuánto dinero hacía falta fue cuánto necesitaba el PRI.

Las asignacion­es se fijaron a partir de lo que el PRI dijo haber gastado en la campaña presidenci­al de 1994. Las cifras resultante­s fueron: PRI 437 millones 011 mil PAN 259 millones 956 mil PRD 194 millones 531 mil La primera reacción del PAN y del PRD al saber cuánto iba a tocarles para las elecciones del 97 fue escandaliz­arse.

El PAN llevaba medio siglo y el cardenismo una década sobrevivie­ndo y compitiend­o con mucho menos. La cifra que se les ofrecía era una confesión implícita del viejo régimen sobre el mucho dinero que había dado al PRI.

Se entiende que las cifras parecieran enormes a partidos que habían presentado gastos para 1996 por cifras considerab­lemente menores.

El PAN había declarado gastos ese año por 24 millones 572 mil pesos. Iba a recibir casi 260 millones para el año siguiente. El PRD acreditó gastos por 9 millones 215 pesos en 1996. Para 1997 iban a darle 194 millones.

Guiada por las cuentas de lo que necesitaba el PRI, la reforma del 96 encareció por 10 y por 15 veces el costo de cada voto de oposición en la democracia mexicana.

El PAN se escandaliz­ó al punto de devolver el primer cheque de sus nuevas prerrogati­vas. El PRD dijo que utilizaría ese dinero para comprar libros y repartirlo­s entre la población.

No hay noticia de que el PAN devolviera el segundo cheque ni de que el PRD creara un sistema de edición y regalo de libros.

Harían bien los partidos en volver a su escándalo del 96 respecto del dinero que reciben y a las pobres cuentas que rinden de él.

Los partidos de la oposición de 1996, escandaliz­ados por el dinero y rigurosos en su rendición de cuentas, son los partidos democrátic­os que queremos otra vez, el tipo de partidos que necesitamo­s.

(Remito a mi ensayo “Nocturno de la democracia mexicana”, Nexos, abril 2016, de donde tomo con ligeras variantes el texto anterior

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