Milenio Laguna

Intervenci­ón de EUA en México, apoyaba gobernador de Texas

El New York Times señalaba que el candidato Álvaro Obregón era intervenci­onista

- Cecilia Rojas

Escándalo nacional cuando llegó la noticia de que presuntame­nte el gobernador texano Hobby se expresó plenamente a favor de la intervenci­ón yanqui en México en un brindis. “Nuestra gloriosa victoria en Europa, que ha logrado instaurar la democracia en el mundo, nos ha puesto en la situación de que tengamos que intervenir en México y de que se consolide la Liga de Naciones. Las vidas y propiedade­s americanas deben ser protegidas en todas partes”. Zaz.

Eso no sonará tan ardiente ahora pero entonces sí. Para aventarle más leña al fuego, el New York Times señalaba que el candidato Álvaro Obregón era intervenci­onista, y que tenía fuertes intereses en que nuestro país se modernizar­a bajo la égida de los EU, y de que solo así nos podríamos salvar.

Un presunto millón de mexicanos formaban el Comité Mexicano de Paz allá del otro lado, justo con afanes de que la intervenci­ón no ocurriera; además pugnaban por el fin de las revueltas que todavía pasaban por acá. Y se deslindaba­n de cualquier pretensión política.

Acá en Torreón hubo elecciones. Una ciudad tan culta no podía creer que todavía entonces se vivieran espectácul­os como los que hubo. Auténticos zafarranch­os a cuchillada­s y balazos. Desde luego también mucho, mucho pisto para todos los acarreados.

La batalla campal más aparatosa fue enfrente del Teatro Princesa, cuando oradores independie­ntes lanzaban arengas electorale­s. Un grupo tipo jauría de individuos desarrapad­os, enloquecid­os por el alcohol y azuzados por agitadores, irrumpió en pleno y los policías de don Eduardo Guerra tundieron a los simpatizan­tes que aparte andaban sobrios.

Hubo, según los reportes primarios, muertos y heridos a granel, entre ellos varias mujeres; la policía, como acostumbra, no informó nada de nada, aunque sí tenían muchos detenidos. De todos modos las elecciones al parecer quedaron empatadas entre los principale­s candidatos.

El ejemplo lo puso Matamoros, en donde las elecciones se llevaron a cabo en gran orden y con claridad. Por cierto, solamente se iban a elegir diputados locales. Imagínese como se iban a poner las de presidente.

Ni tenía tanto que el automóvil había hecho su aparición en el mundo. Pero en México ya se le profesaba una veneración que nunca hemos dejado de darle. A esas alturas era un lujo regional, vicio de todas las clases y orgullo de la tribu. Manque nadie tuviera dinero.

Lo cierto es que la crisis post revolucion­aria dejó estragos en la economía patria. Tanto los padres de familia padecían desvelos y tribulacio­nes, como las amas de casa e hijos presionaba­n con que eso de no tener carro era como no tener piano, que no eran lujos, sino auténticas declaracio­nes de que la gente que los poseía eran gente bien.

Bien endrogada en muchos casos. No le hacía que las hijas se peinaran con manteca cruda, y se tuviera que prescindir del guisado diario. Pero los paseos en auto eran casi una garantía de que la vida futura de los hijos, y sobre todo las hijas, sería de bonanza. Para comprar un carro se tenían que vender dos vacas, el solar de los abuelos y firmas de avales. Asegún.

Al otro lado del mundo, la guerra se había convertido en combates contra los bolcheviqu­es. Elementos socialista­s en España también eran motivo de cuidado, pues presuntame­nte arengaban a los ciudadanos a combatir contra la monarquía del rey Alfonso XIII.

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