Agustín Lara
R ecuerdos de infancia, adolescencia y juventud están acudiendo de manera recurrente a mi mente en los últimos tiempos. Se dice que esto es síntoma de que estamos en la entrada de la vejez. No me siento viejo pero, ¡qué remedio!, el reloj y el calendario avanzan, los síntomas llegan. En lugar de padecerlos, hay que disfrutarlos, sobre todo si reflejan años felices. Recientemente estuve en Tampico y recordé algunas andanzas de juventud en ese puerto, donde escuché mucha y variada música (rock, cumbia, mambo, boleros) bien ejecutada. Además de las incipientes discotecas, donde el grupo de moda (Los Peces Azules) tocaba melodías de Los Beatles, en ese tiempo existía un bar tradicional donde nos refugiábamos un grupo de estudiantesa beber cerveza y ser testigos de cómo un viejo pianista, sentado frente a su instrumento, interpretaba piezas escogidas del amplio repertorio de Agustín Lara. No sé por qué, pese a nuestra juventud, nos emocionaba esa música y seguir el contenido de las letras. Tal vez la atmósfera del lugar o la inevitable atracción que ejerce la poesía al hacerse presente.
En mi caso, quizá se explica porque desde temprana edad escuchaba a mi madre, que gustaba de cantar, y quien admiraba a Toña la Negra, una de las principales intérpretes del autor de Noche de ronda. Retomo todo lo expresado,porque este 30 de octubre se cumplirán 120 años del natalicio de Agustín Lara, extraordinario músico autodidacta y prolífico compositor, con una obra que comprende alrededor de setecientas piezas entre las que se cuentan boleros, tangos, pasodobles y baladas. Autor de una reconocida sensibilidad, que pudo alcanzar fama universal gracias a temas que han resistido el paso del tiempo comoGranada,Lamento jarocho, Farolito, Señora tentación, María bonita, Solamente una vez, Arráncame la vida, Humo en los ojos, Azul y muchos otros. Sus composiciones van del romanticismo al erotismo, algunas de ellas en su momento perturbadoras de “las buenas conciencias”. No cabe duda que es válido considerarlo un ícono sagrado mexicano, según han señalado intelectuales que han escrito sobre él, describiéndolo como un hombre delgado, elegante, feo, caballeroso, melancólico y extraño, con un cigarro en los labios, que andaba desde joven en casas de “mala nota”, poniendo buenas notas en el piano para cantar a las mujeres y a su tierra.Es un clásico que emocionó a nuestros padres y abuelos, que sigue vigente por la frescura que conservan sus canciones. Por muchos años más habremos de saborear la música de Agustín Lara.