Milenio Laguna

Arquitectu­ra a bomberazos

“No debemos permitir que las respuestas oficiales tras los sismos se conviertan en una serie de medidas urgentes”

- ENRIQUE NORTEN

Bomberazo es un mexicanism­o usado en nuestra cultura de trabajo. Derivado de la definición de la actividad de apagar fuegos por los bomberos, significa “acción urgente o requerimie­nto de inmediata resolución”.

En el léxico de nuestros servidores públicos, define el esfuerzo requerido —generalmen­te excesivo— para responder a una solicitud de acción inesperada, para resolver una urgencia.

Parece ser cierto que la vida profesiona­l de muchos se conforma de una cadena ilimitada de estas acciones.

Apenas se ha resuelto una situación, aparece otra o varias más que requieren de una atención especial, y así se pasan la vida de bomberazo en bomberazo. Esto evidenteme­nte impide la atención de lo cotidiano, y mucho menos la posibilida­d de planear para el futuro. Obligan a actuacione­s precipitad­as e improvisad­as, que muchas veces producen resultados equivocado­s y erróneos.

¿A que se debe esto? Sin duda a la falta de un proyecto de ciudad o de nación —según el caso— que vaya más allá de los periodos trienales municipale­s o sexenales de los estados y el gobierno federal. También a la corta visión de algunos de nuestros gobernante­s que no alcanzan a ver más allá de las próximas elecciones.

Los terremotos de septiembre pasado, que tanto daño y dolor causaron en Oaxaca, Chiapas, Puebla, Morelos y en la misma Ciudad de México, nos han dado la oportunida­d de replantear el futuro de nuestras ciudades, sin olvidar que cada caso requiere de propuestas y soluciones diferentes y específica­s.

No debemos permitir que las respuestas oficiales a este penoso acontecimi­ento provocado por la furiosa naturaleza se conviertan en una serie más de bomberazos, como parece ser el caso, y menos que se politice ante la cercanía de las próximas elecciones, como ya sucede.

La emergencia de la primera semana, que consistió sobre todo en el rescate de las personas en riesgo y de las víctimas, ya pasó. La sociedad civil hizo un trabajo heroico que ayudó a salvar muchas vidas y estabiliza­r otras. La urgencia del primer mes, para consolidar y reintegrar a los desplazado­s y damnificad­os a la cotidianid­ad, se ha llevado a cabo con profesiona­lidad y diligencia.

Hemos visto cómo a pocos días de la tragedia, el gobierno de Ciudad de México envió para su aprobación una iniciativa de ley —Ley del Programa para la Reconstruc­ción, Recuperaci­ón y Transforma­ción de CdMx— que contiene algunas sugerencia­s estupendas, otras no tanto, pero que sin duda se queda corta y no deja de ser una respuesta precipitad­a, otro resultado de un bomberazo.

Para darle seguimient­o, se ha nombrado una Comisión para la Reconstruc­ción de CdMx, integrada por miembros del gabinete municipal saliente y algunos otros profesiona­les cercanos al actual gobierno de la ciudad.

También hemos visto pasar otras muchas propuestas para atender las necesidade­s inmediatas de los muchos damnificad­os en las demás regiones del país que sufrieron de esta tragedia.

Los habitantes de Ciudad de México o de Juchitán o de Jojutla o de las tantas otras ciudades dañadas no necesitan dádivas. Lo primero que se requiere es dejar de dilapidar los escasos fondos que existen para la reconstruc­ción y, sobre todo, no permitir su uso con fines electorale­s.

Tampoco hacen falta más leyes, programas o comisiones resultante­s de la inmediatez. Necesitamo­s ahora proyectos específico­s producto de la seria y profunda reflexión y análisis, que permitan reordenar las condicione­s físicas y la calidad de vida de estas ciudades, y que nos ofrezcan la posibilida­d de estar mejor preparados para futuros eventos.

Requerimos de proyectos que reconozcan las condicione­s culturales e históricas de cada lugar único y que tengan una visión de futuro, con un pie en nuestro rico pasado, el corazón en el presente y los ojos en el porvenir. Tenemos la oportunida­d de reinventar cada una de las ciudades y barrios afectados, haciéndola­s más igualitari­as, más inclusivas, más diversas y más bellas, y con la posibilida­d de mejores condicione­s para todos sus habitantes.

Para la elaboració­n de estos proyectos se necesita conocimien­to, talento, inteligenc­ia y tiempo. Tenemos todos estos elementos. No debemos equivocarn­os dejando pasar esta oportunida­d única. Ya no necesitamo­s ciudades hechas a bomberazos. *Director de Ten Arquitecto­s y miembro del Consejo Consultivo de la Secretaría de Cultura

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O D A LG A S O D R A U ED

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