Proponían dar amnistía a los mexicanos de afuera
Desde la capital se decía que también a los que siguieran levantados en armas, porque se creía que era la única manera de que las revueltas cesaran en definitiva
El pobre cadáver de Amado Nervo apenas había salido de Uruguay el día ocho, eso sí, con grandes honores. Había muerto a fines de mayo y en su calidad de poeta y diplomático, se le brindó toda clase de honores. Pero eso de mover cuerpos no era tan sencillo entonces. Así que apenas venía de regreso a su tierra.
Venía a bordo del barco Uruguay, escoltado por el acorazado argentino Nueve de Julio y con un mausoleo divino que el gobierno uruguayo donó bajo deseos de que se colocara en la tumba del bardo. Treinta y tres cadetes de la escuela naval uruguaya venían en calidad de escoltas. Qué elegante puede ser la muerte.
México conmemoró la batalla de Chapultepec y el monumento a los Niños Héroes fue cubierto de una montaña de flores. Lucha en vano por que de todos modos los gringos se clavaron la mitad del territorio nacional. Pero qué valor de muchachos.
Puebla era el bastión de las propiedades clericales. Pero por esas fechas se confiscaron 97 fincas y 58 hipotecas, porque hay que recordar que se prohibió eso de que los clérigos tuvieran cosas materiales, al fin que lo que les interesaba era el cielo. ¿O no? Si nos vieran ahora, que enojada se darían los que promovieron la prohibición.
Se preparaban en Torreón las fiestas de la Independencia, por que como fuera ya habían pasado las de la Covadonga, que no fueron en el aniversario de la batalla, sino en el marco del cumpleaños del rey Alfonso XIII que también recibió felicitaciones del presidente Carranza.
En EU, el presidente Wilson seguía aferrado a que le aprobaran lo de la Liga Ligazo de Naciones, pero el senado no estaba muy conforme. Así que a Wilson se le ocurrió dar un discurso en el que hablaba de que el maléfico germanofilismo estaba apoderándose de su gringo país y que si no aprobaban la Liga, ahí a ver como les iba de mal.
Al que si le fue mejor fue al generalítsimo Pershing, por que fue recibido en medio de gran algazara de muchas gentes, cuando regresó de las Europas y aterrizó, o más bien, se bajó del barco Leviathan en los puertos neoyorkinos.