José Benigno Vela, ex
Alumno de la CasadelNiño, al borde y en pleno rictus del sentimiento y las lágrimas, reconoce que haber pertenecido a la Casa de Beneficencia de Torreón ha sido, sin lugar a dudas, la mejor etapa de su vida
“Tenía seis años cuando llegué junto con dos hermanas a la Casa de Beneficencia de Torreón ‘Casa del Niño’ en 1958, hecho que veo como una bendición puesto que fui cuidado por muchos ángeles”, narra José Benigno Vela Castruita, un caso de éxito formado en la institución que tiene ya 100 años de servicio en la atención a niños en situación vulnerable.
Su madre solicitó los servicios de la casa hogar que servía como apoyo a madres de familia, que ante la necesidad de trabajar, pedían el apoyo de albergue, alimentación, atención y educación para sus hijos entre semana.
Alegría, risas y tranquilidad es lo que don Benigno Vela tiene presente de su estancia de cinco años en el plantel, “teníamos dónde dormir, jugar, estudiar y sobre todo, dónde comer. Siempre fue abundante la comida y el buen trato”.
Tenían salidas al parque, al cine o a restaurantes como premios a su buen desempeño escolar. Dijo que en épocas de navidad recibían hasta doble regalo.
Recuerda al borde de las lágri- José Benigno Vela Castruita agradece a todos los que lo apoyaron. mas la labor del que fuera como su padre, don Samuel Cereceres, quien apoyaba constantemente en las labores de la casa mientras tenía una relación cercana con cariño, respeto y enseñanza con los niños, “Fue mi figura paterna y lo recuerdo con mucho cariño”.
La asistencia espiritual implementada por religiosas que atendían la Casa del Niño, fue determinante para la creación de valores éticos y morales en los menores. “Nos enseñaban a trabajar y a tener responsabilidades. Don Samuel nos inculcó mucho la importancia de no robar y de trabajar por lo que queríamos”.
Mencionó también los valores transmitidos por la madre Inés, quien “era muy enérgica, justo lo que necesitábamos para formarnos disciplinadamente”.
Cataloga como ‘benditos’ a los promotores e integrantes del Patronato al paso de los años puesto que se encargan de otorgar a los niños lo que necesitan.
“Viviré siempre agradecido con las personas que intervienen en la casa hogar puesto que se desprenden de su dinero y de su tiempo para dedicárselo a niños que no tienen la obligación de dar atención. ¡Benditos sean todos ellos!”, refirió.
“Yo no recuerdo ninguna angustia, tristeza, ni dolor y nunca sentí la sensación de abandono o de no querer estar ahí. Estábamos muy bien atendidos, además convivimos con niños externos dentro y fuera de clases, lo cual nos encantaba”.
Al terminar su estancia en la Casa del Niño tenía la ilusión de ser alguien en la vida, por lo que decidió desarrollarse a base de estudio y el trabajo. Mientras cursaba su trayecto educativo, don Benigno tuvo trabajos como ayudante en una carnicería, vendedor chicles, lavacoches, hasta limpiador de vidrios y bolero de cantinas, con lo que, además de aportar a la economía de su familia, pudo concluir sus estudios de contador público en la Universidad Autónoma de Coahuila.
Luego vendrían 40 años de servicio en la empresa minera más importante de la región, y aunque ya es jubilado, sigue participando como colaborador de proyectos.
“Los compañeros que estuvieron conmigo tienen diferentes empleos pero una misma base de valores”.
“Pórtate bien o te llevaré al internado”, frase que en aquellos años y hasta la fecha causa miedo a cualquier niño, sin embargo, para José Benigno Vela Castruita haber pertenecido a la Casa de Beneficencia ‘Casa del Niño’ ha sido la mejor etapa de su vida.
“En mi estancia sabía que estaba en espera un mejor futuro para mí y para mi familia”.