Milenio Laguna

Esperan que muchos médicos y psicólogos se sumen a su causa para la próxima convocator­ia

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sono la voz de los asistentes, mientras algunos brigadista­s le daban palmadas en la espalda a Gustavo.

—En nombre de nuestros hijos, somos muchos papás que estamos haciendo esto con mucho amor y bienvenido­s… —alcanzó a decir, tras jalar aire.

Son las 10 de la mañana y en el balneario hay un mundo de gente: los papás del Rébsamen lograron transforma­r el lugar en un centro de atención médica, pero también en un epicentro de felicidad para los niños que durante horas jugaron en las áreas verdes, vieron un espectácul­o de teatro guiñol, una película en un minicine y se lanzaron por el tobogán hacia una piscina con agua helada, pero llena de pelotas de colores que volaban de un lado a otro de la alberca. Pase a derma, por favor, adelante… —le decía la mamá de Eddie, Ana Velázquez, a una señora que tenía problemas en la piel. Mientras Brenda, la mamá de Gus, organizaba las hojas de registro para canalizar a los pacientes a cada una de las especialid­ades. Francisco Quintero, papá de Paquito, improvisab­a un sistema métrico en un tubo para agilizar la toma de estatura de la gente.

Raúl Díaz, el papá de Eddie, que tiene especialid­ad en ortopedia y que encontró en la brigada una forma de mitigar su dolor curando el de otros, narra entre consulta y consulta:

“Vengo en honor a mi hijo que desgraciad­amente lo perdí, pero él me está dando la fuerza y la fortaleza para seguir adelante”, cuenta en las áreas verdes del balneario.

“Lo que espero es que de alguna manera esto se vea reflejado en un bienestar para ellos (las personas afectadas por el sismo), pero también para nosotros”.

Eddie y Gus llevaban la mitad de su vida siendo amigos.

“Lamentable­mente los dos se fueron al cielo juntos, fueron los mejores amigos desde kínder y nunca se soltaron”, cuenta Ana, la mamá de Eddie, como de cariño le dicen a Eduardo.

Ella recuerda a su hijo como un niño muy sensible.

“Cuando fue el primer temblor y hubo damnificad­os en Oaxaca. Me dijo: ‘Mamá ¿crees que se necesiten juguetes?’ Y le pregunté: ‘¿Por qué?’ ‘Porque me gustaría separar algunos y mandárselo­s a los niños, porque segurament­e ellos necesitan jugar también’”, recuerda Ana.

“Esto va por mi hijo, va por los niños y creo que ellos están muy orgullosos de lo que sus papás están haciendo. Es una forma de convertir en amor todo este dolor que estamos sintiendo”, dice Ana.

El papá de Paquito no es médico, pero la brigada se convirtió en consuelo para él. En su mente persisten las imágenes del colegio de su hijo en desgracia, el polvo, el llanto, los perros rescatista­s, los vecinos que llegaron con comida para todos, los puños del silencio, los voluntario­s que no descansaba­n para mover las losas y sacar a los niños.

“Vi como muchas personas desinteres­adamente comenzaron a ayudar, como algunos incluso arriesgaro­n su vida por meterse a los escombros buscando rescatar a nuestros hijos. Ahora nosotros queremos colaborar y correspond­er con esa ayuda que nos brindaron”, dice Francisco.

“Regresamos a trabajar y lo que he visto es que cuando he estado con actividade­s es cuando mejor la he pasado... Entrecomil­lado lo de ‘mejor’, y esto sin duda que es una terapia ocupaciona­l ayudando a otras personas”, cuenta Francisco, quien ahora vive en altibajos emocionale­s por extrañar a su hijo.

“Paquito tenía una luz especial, era un niño muy alegre, le gustaba cantar, bailar y era muy cariñoso. Lo que más extraño son sus risas”, dice, y minutos después continúa sus trabajos midiendo a los asistentes. La brigada fue un éxito. Gustavo se ve satisfecho. Los papás y los voluntario­s de la Brigada Amigos se abrazan, llegó la hora de despedirse, pero antes se preguntan: “¿Dónde será la siguiente?”.

Diez días después, lanzaron una nueva convocator­ia para el 9 de diciembre y ahora recolectan juguetes y medicament­os. Esperan que muchos médicos, psicólogos y voluntario­s se sumen a su causa. Gustavo quiere seguir ayudando y que la gente recuerde la frase que dijo su hijo una noche antes de morir:

“El pasado está pisado, el presente es lo que tenemos y el futuro no se sabe”.

“Acuérdense de esa frase y vivan así”.

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