Felipe Ángeles
N o siempre los temas de historia resultan atractivos, no nos atrapan. Tal vez ello obedece a cómo nos la han enseñado en las escuelas, a la falta de motivación para su aprendizaje. Personalmente tuve malas experiencias en este sentido y fue hasta el nivel profesional, en la escuela Normal, cuando me empecé a interesar verdaderamente en el estudio de ella y a valorar su importancia. Hoy esto adquiere mayor relevancia. Estoy convencido de la necesidad de que en las escuelas se retome la valoración y el estudio de esta disciplina, con un enfoque que se aleje de lo memorístico, que promueva el análisis y la reflexión para entender el presente. Un aspecto que me llama la atención en este campo es el estudio de la vida y la obra de personajes relevantes. Acercarnos a biografías siempre nos deja enseñanzas. Por ello dedico esta columna a Felipe Ángeles, conocido como el mayor estratega de la División del Norte en el movimiento de la Revolución Mexicana,y de quien deseo destacar otros aspectos.
Ante todo resalto su patriotismo que ya traía en la sangre (si se me permite decir esto), pues su padre luchó contra la intervención extranjera, norteamericana en 1847 y francesa en 1862. Junto a su formación militar, destacaba su conocimiento de las ciencias y su orientación humanista. No es común hablar de un militar humanista y culto, con una conducta arraigada en el sentido del deber y no en el poder o en el mando; con una probada capacidad didáctica ejercida en el Colegio Militar, además de ser un hombre de ideas firmes y enemigo de la corrupción. En esa línea de conducta sobresale su decisión, frente al choque entre Carranza y Villa, de tomar partido por este último. Al triunfar el carrancismo se exilió en Estados Unidos y desde allá expresó: “Sepan que en el destierro pasaré mi vida entera, antes de inclinar la frente, o que moriré ahorcado de un árbol, a manos de un huertista o un carrancista, por el delito capital de odiar las dictaduras; o que algún día colaboraré con éxito en conquistar la libertad y la justicia para todos, aun para ellos”. El historiador Friedrich Katz lo consideró un socialdemócrata, que creía en la necesidad de realizar reformas sociales y económicas profundas en el país. Vale la pena estudiar no sólo la vida de este personaje, sino su camino a la muerte, el juicio en su contra y su defensa política, antes de ser fusilado el 26 de noviembre de 1919.