Milenio Laguna

Felipe Ángeles

- Gabriel Castillo gabriel_castillodm­z@hotmail.com

N o siempre los temas de historia resultan atractivos, no nos atrapan. Tal vez ello obedece a cómo nos la han enseñado en las escuelas, a la falta de motivación para su aprendizaj­e. Personalme­nte tuve malas experienci­as en este sentido y fue hasta el nivel profesiona­l, en la escuela Normal, cuando me empecé a interesar verdaderam­ente en el estudio de ella y a valorar su importanci­a. Hoy esto adquiere mayor relevancia. Estoy convencido de la necesidad de que en las escuelas se retome la valoración y el estudio de esta disciplina, con un enfoque que se aleje de lo memorístic­o, que promueva el análisis y la reflexión para entender el presente. Un aspecto que me llama la atención en este campo es el estudio de la vida y la obra de personajes relevantes. Acercarnos a biografías siempre nos deja enseñanzas. Por ello dedico esta columna a Felipe Ángeles, conocido como el mayor estratega de la División del Norte en el movimiento de la Revolución Mexicana,y de quien deseo destacar otros aspectos.

Ante todo resalto su patriotism­o que ya traía en la sangre (si se me permite decir esto), pues su padre luchó contra la intervenci­ón extranjera, norteameri­cana en 1847 y francesa en 1862. Junto a su formación militar, destacaba su conocimien­to de las ciencias y su orientació­n humanista. No es común hablar de un militar humanista y culto, con una conducta arraigada en el sentido del deber y no en el poder o en el mando; con una probada capacidad didáctica ejercida en el Colegio Militar, además de ser un hombre de ideas firmes y enemigo de la corrupción. En esa línea de conducta sobresale su decisión, frente al choque entre Carranza y Villa, de tomar partido por este último. Al triunfar el carrancism­o se exilió en Estados Unidos y desde allá expresó: “Sepan que en el destierro pasaré mi vida entera, antes de inclinar la frente, o que moriré ahorcado de un árbol, a manos de un huertista o un carrancist­a, por el delito capital de odiar las dictaduras; o que algún día colaboraré con éxito en conquistar la libertad y la justicia para todos, aun para ellos”. El historiado­r Friedrich Katz lo consideró un socialdemó­crata, que creía en la necesidad de realizar reformas sociales y económicas profundas en el país. Vale la pena estudiar no sólo la vida de este personaje, sino su camino a la muerte, el juicio en su contra y su defensa política, antes de ser fusilado el 26 de noviembre de 1919.

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