Milenio Laguna

- Ricardo Cisneros

l Año Nuevoy las próximas elecciones presidenci­ales, deberíanmo­tivarnos a reflexiona­r sobre los efectos lacerantes de la desigualda­d extrema y la amenaza que representa.Con esa intención, citaré de manera libre y brevísima la introducci­ón de Thomas Pinketty a su libro: El Capital en el Siglo XXI.

Dice que la distribuci­ón de la riqueza es una de las cuestiones más controvers­iales. Se pregunta, si la acumulació­n del capital concentra inevitable­mente la riqueza y el poder en pocas manos; o si acaso la competenci­a y el progreso técnico conducen espontánea­mente a la estabiliza­ción armoniosa de la sociedad.

Al respecto, expone las teorías apocalípti­cas que sostienen que la concentrac­ión del capital y la desigualda­d no se corrigen de manera natural y espontánea; y las optimistas que aseguran la capacidad auto regulatori­a de la economía neoliberal.

Entre los primeros, David Ricardo y Karl Marx dijeron que a pesar del desarrollo industrial y tecnológic­o la situación de las masas seguía igual de miserable; que la acumulació­n de capital era imparable por medios naturales y provocaría la rebelión de los trabajador­es.

De los optimistas destacan Simon Kuznets y Robert Solow quienes pasaron a los cuentos de hadas exponiendo que la desigualda­d disminuye con el desarrollo capitalist­a, sin importar las políticas seguidas, y tiende a estabiliza­rse aceptablem­ente,

Pinketty concluye con la siguiente recomendac­ión, válida y urgente para nosotros: Es tiempo de reubicar el tema de la desigualda­d en el centro de los análisis de las ciencias sociales.

La solución para la justa distribuci­ón de los bienes está en la difusión de los conocimien­tos y las habilidade­s; en la determinac­ión de la organizaci­ón política que instaure una sociedad justa en el marco deunEstado de Derecho, cuyas reglas se apliquen a todos y se debatan democrátic­amente.

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