Milenio Laguna

Evelio Rosero indaga en la psique de la maldad

“Todo buen lector siempre será transforma­do por un libro; esa es la gran magia que tiene la literatura”, asegura a MILENIO el escritor colombiano

- Jesús Alejo Santiago/ México

Cuando el escritor colombiano Evelio Rosero (Bogotá, 1958) reflexiona sobre el papel que ocupa la literatura y, en especial, habla de su relación con el lector, advierte que no todas las historias tienen que ser funestas, una atmósfera que pareciera acompañar a sus 12 novelas, sino producir cierto placer estético. “Como lector, un libro me sirve para cuestionar­me, para meditar sobre una determinad­a realidad; también me da placer el arte literario: el estilo, el ritmo de las palabras, la vida de cada palabra me hace volver a degustar un párrafo varias veces. “Me gustan mucho los escritores que trabajan el estilo, los admiro; yo mismo me considero un estilista, porque hay placer en el arte literario. No todo es nefasto ni todo es oscuridad: aparte de hacernos reflexiona­r, nos hace degustar una realidad espiritual: la del autor”.

Desde Mateosolo —su primera novela—, la historia de un niño encerrado en su casa que mira el mundo a través de la ventana, hasta la historia de ToñoCiruel­o, un asesino en serie, hay una ligazón interna en la bibliograf­ía de Evelio Rosero: una preocupaci­ón por el estilo, por la forma, y en especial por la realidad inmediata que lo ha rodeado desde siempre: Colombia.

“Cualquier escritor, en cualquier novela, aunque se trate de un cuento para niños donde se hable de gatos volando o de ruiseñores, refleja y ahonda en una realidad: se le está cuestionan­do. “Siempre que un libro tenga un lector habrá ya una claridad de modificaci­ón: el lector terminará afectado por la obra, y esa es la gran magia de la literatura. Yo he sido modificado por los libros que he leído, para bien y para mal”, reconoce el autor de títulos como Los ejércitos, La carrozadeB­olívar y Plegariapo­r unPapaenve­nenado.

La maldad

La más reciente novela de Rosero, ToñoCiruel­o (Tusquets Editores, 2017), es la historia de un asesino alejado de todos los lugares comunes: no hubo violencia en su niñez ni marginació­n a su alrededor; por el contrario, una vida segura y solvente terminó por definir su ruta. “Su padre es un senador de la República, pero como muchos legislador­es en la historia de mi país, está vinculado a sectores duros y violentos, a sicarios, y todo eso se confabula para formar a un personaje como Toño Ciruelo, resultado de la sociedad misma. Por eso también hay un fenómeno patológico: no se puede determinar con certeza qué engendra a un criminal, a un asesino en serie. La novela es una indagación sobre eso”.

En la obra, explica el escritor, hay una reflexión sobre la maldad, un cuestionam­iento y también algunas respuestas que parten de las experienci­as del mismo personaje, pero sobre todo refleja el asombro que le despierta tanto a él como autor como a los lectores, convencido de que la maldad siempre va a causar más curiosidad morbosa en el ser humano que la bondad. “Siempre he insistido que el infierno de Dante es mil veces más apabullant­e, más enaltecedo­r para quienes se acercan a esa obra, que el paraíso. Con Ciruelo he buscado llegar a ese lado oscuro del corazón del hombre, por explicarme a mí mismo como autor, y tratar de responder sobre esa presencia del mal permanente, en un solo individuo, manejado por su gran

“Quien ejerce el mal siempre se sale con la suya”, expresa uno de los personajes del libro

narcisismo, que afecta a todos los demás de la manera más extrema, a través de la muerte; en algún pasaje dice ‘si no ser Dios y dar la vida, al menos dar la muerte’”.

En la novela, el escritor colombiano aborda aspectos de distintos asesinos seriales, sobre todo de Colombia, como una manera de encontrar los puntos de convergenc­ia en sus acciones, como el egocentris­mo, considerar­se superior a los demás y cuya única explicació­n de vida es matar a los demás. “Ese es todo el trayecto del personaje en la novela, sobre todo al final, cuando escribe un diario, la parte más difícil de la escritura de la obra: los diálogos de Ciruelo, donde en primera persona cuenta algunos de los pasajes más violentos de su vida. “Lo que muchos estudiosos identifica­n en un asesino como común denominado­r es una gran soberbia y un gran deseo de ser distintos, de permanecer en la memoria del hombre, no importa que sea a través del mal”, enfatiza Rosero.

La trama de ToñoCiruel­o se sustenta en una idea compartida, incluso, por uno de los personajes de la novela: quien ejerce la maldad, siempre se sale con la suya, y termina muriéndose de viejo, rodeado de oro y de nietos. Ciruelo es la consecuenc­ia de la investigac­ión sobre asesinos en la historia de la humanidad, y “también de la psique de la maldad en el corazón del hombre”.

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ESPECIAL “Hay un fenómeno patológico: no se puede determinar con certeza qué causa a un criminal”, afirma.

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