Milenio Laguna

Alemania seguía causando problemas

Se rumoraba que Lenin había muerto, pero seguía vivitoycol­eando, dio la orden de que todo el pueblo estuviera militariza­do, por pura precaución

- Cecilia Rojas

Los alemanes nada más no agarraban la onda de que ya no podían andar haciendo sus desmanes por ahí. Atacaron Riga, capital de la entonces y actual Letonia, con gases y metralla. Y si el mundo odiaba desde endenantes a los germanos, con acciones como esta de plano iban para abajo.

Se había rumorado la muerte de Lenin, y pues no. Seguía

vivito y coleando y dio la orden de que todo el pueblo estuviera militariza­do, por si las moscas. Los campesinos en particular, el grosso del populacho, debían de dedicar a labores de milicia sus ratos libres, como si tuvieran los pobres.

Y por mientras seguía el mundo con el pendiente de que mr. Wilson se muriera, por que su salud iba de mal en peor. El presidente gringo se había convertido a sí mismo ya, en la máxima autoridad del mundo mundial, el que decidía, el que daba la instrucció­n. Nadie sabía que esperar con esa enfermedad agónica del hombre.

De regreso a nuestra patria, se había dicho que los diputados ahí por lo oscurito le habían quitado al ejecutivo sus facultades extraordin­arias en el ramo de Hacienda por que ellos querían aumento en la dieta que tenían. Pero se reculaba la informació­n y se dijo que nada de eso.

Por cierto, diputados y senadores estaban muy ocupaditos con la designació­n de Jueces y Magistrado­s que pudieran servir a la nación sin que veres de infames comercios, como pasó, pasaba y sigue pasando.

Y acá en Torres, se registró un épico escándalo del que nadie se acuerda, pero que le damos a recordar, en el Hotel Sada que estaba frente al teatro Princesa. Se trató de una juerga que acabó bastante mal.

De pilón en ese hotel, en la planta baja, estaban varias oficinas gubernamen­tales, entre ellas el Juzgado Supernumer­ario de Distrito. Cuatro jóvenes de reconocida­s casas familiares de alta alcurnia, fueron los protagonis­tas.

Como ellos no tienen límites en el consumo de cervezas, por entonces y ahora, se pusieron very

happys y además llegaron unas meretrices. Armaron tremenda boruca por las pasiones desbocadas que el dueño del elegante hotel no permitió.

Total que mandaron llamar al juez Arzave a ver si con sus poderes legales no visibles, aplacaba a los juerguista­s. Desde luego no pudo. Un tal Emilio Sóforo lo ultrajó y le brindó cuanto insulto pudo. El que mas le caló al letrado, fue uno relacionad­o con su mamacita. Y al menos Sóforo fue a dar al bote.

Había un problema de calado nacional. Los indios yaquis seguían en rebeldía franca. Se considerab­a no obstante, que estaban solo en ciertas regiones. Y desde luego, el gobierno mexicano procedió contra su propia gente, despacito, pero luego se vería lo desagradab­le que siguió aquello.

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