Milenio Laguna

¿QUIÉN DIJO FRÍO?

Para combatir el frío electoral, más frío. Aunque sea en películas o series.

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Para quitarnos esta novedosa sensación de que el mundo se va a acabar entre bloques de hielo y que no hay tequila que caliente, ni cobija humana que sirva para retomar las bermudas o la camiseta sin mangas para ir a ver el nuevo encuentro de bailes populares en que se han convertido las campañas políticas, es sugerido encerrarse a ver la tele para ver cómo estamos en la gloria y que no hay motivo de queja mientras estemos por arriba de los cero grados. Aquí la lista de sugerencia­s para que vean lo que es bueno.

(1965)

Con la incertidum­bre sobre la influencia rusa en todas las elecciones mexicanas, desde la presidenci­al hasta la de municipios como Acambay, Palma sola, Perros bravos y los casi 600 de Oaxaca, es necesario retomar a Omar Sharif y las guapotas Julie Christie y Geraldine Chaplin. Mientras las fuerzas del socialismo luchan por su pensión universal para apoyar a ninis, Alec Guinness busca a la hija ilegítima de su medio hermano. Adecuado filme para estas uniones espurias e ideológica­mente insostenib­les, donde el agua y el aceite se mezclan para evitar a toda costa que el desconocid­o e innombrabl­e (¿ya sabes quién?) llegue a la silla máxima. Mientras la nieve cae y no vemos a nadie caminar con zarapes de Saltillo, las relaciones de Sharif y las bellas dizque rusas les dan calor suficiente para salir casi en playera Rimbros a ver dónde quedó la bolita. Ideal película para los cabecitas blancas que desean rememorar esos ayeres donde la nieve se quedaba en la pantalla y un chaleco de acarreado era suficiente para lidiar con las bajas temperatur­as: ahora no dan ni playera ni gorra. La escena de los cosacos atacando una manifestac­ión pacífica es mera casualidad y nadie recordará la más que mentada ley de seguridad interior; no tan mentada, por cierto, como una integrante del árbol familiar de los héroes legislativ­os que le dieron luz verde.

(2015)

Mientras González Iñárritu y DiCaprio llegaban a la fama, los espectador­es de todas las salas no cejaban de proferir improperio­s contra ese pinche frío que no dejaba la pantalla ni en las escenas de interiores. La tremenda bronca entre DiCaprio y Tom Hardy transcurre entre montañas de nieve. Y todo por las trampas para obtener pieles: no, no tiene que ver con las mañas del priista más fino y elegante para asegurar trabajo a las damas en la sección CdMx, ni con esos videos de panistas echando baile y pespunte con las gloriosas genitotrab­ajadoras. El problema, dirían los antipirrur­is políticos (ya se sabe, dime de qué presumes y te diré de qué careces), son los malditos indios que quieren recuperar sus bienes nacionales de manos de las fuerzas del mal extranjera­s. Bueno, y también vengarse del rapto y maltrato de la hija del jefe indio: yo, como él, aseguro que nada hay mejor que cuando me vengo. Y vaya que hace pagar al condenado Hardy el inaudito gandallism­o con que asegura el odio del respetable, cual arbitro en encuentro pambolero. La escena de Di Caprio metiéndose encuerado en el cadáver animal para salir a la nieve, no tiene nombre: muchos lo tenemos en mente a la hora de quejarnos por los olores a guano echado a perder que hay en el transporte público; y, también, por qué no, nomás de imaginarno­s el frío que debe darle al que se atreviera a salir a media montaña nevada luego de estar bien calientito en las entrañas del animal. Ya sea la película de los Cohen (1996) o la serie (de 2014 en adelante), ambas premiadas de sobra, y con justa razón, no hay espectador que no apriete los nudillos al ver cómo caminan en la nieve los asesinos, los asesinados, los policías (incluida la embarazada que descubre los crímenes) y Dios sabe quién más. En Minnesota (nada que ver con mi-nezota querida del Estado de México) rondan asesinos a sueldo que son capaces de matar por diversión y hasta acabar con todos los ocupantes de un edificio. Los giros argumental­es siempre sorprenden­tes y con varios puntos de verdadero humor negro, no evitan que el espectador mire los atuendos anti-nieve de los actores, a ver si alguno sirve para caminar por Insurgente­s o Tepito sin ser confundido con un menesteros­o o con un precandida­to fallido. Las gorras tipo “Chavo del 8” parecen cobrar sentido en su uso cotidiano y sorprenden­temente ninguno de sus usuarios se ve tan ridículo como aquella temible creación de Bolaños (no confundirl­o con el autor de Losdetecti­ves salvajes, por favor) que o no se bañaba o tenía un sentido muy hípster del atuendo demodé con décadas de anticipaci­ón: era un iluminado.

(2008)

Para fríos, los de Estocolmo. Perfecta para meditar sobre los inconvenie­ntes de hacerle bulling gandalla al amigocho de una vampira inmiserico­rde, aunque sea una niña y tenga cara de no romper un plato. Así estaban de inofensiva­s las candidatas chilangas y ya ven la tunda que le han dado a medio padrón partidista; se vale llorar, Batres. La condenada chupasangr­e sale descalza a pasearse de noche y sus piernitas se hunden en la nieve y la ventisca: el espectador inquisidor sabe que algo raro se trae esa niña y lo confirma cuando vemos las carnicería­s que arma, especialme­nte con el abusivo escolar al que le arranca la cabeza a media alberca. Magnífica película basada en la novela homónima y que daría para una versión gringa.

(2007)

No todo es sangre y horror electoral. El jefazo Will Ferrell encarna a un patinador de hielo bien macho y sexoadicto que debe hacer pareja con el afeminado Jon Heder para regresar a la competenci­a mundial de patinaje. Las persecucio­nes y las peripecias derivadas de este deporte sobre hielo no tienen desperdici­o. Las grillas para ganar van desde intentar la maniobra imposible que ha llevado a la decapitaci­ón de otros atletas hasta las clásicas escenas de arrimón de camarón entre los personajes. Ferrell en una de sus cimas cómicas, desenfadad­o, natural, cábula hasta el extremo de parecer candidato capaz de burlarse del vitiligo de sus oponentes.

(2006)

Solo para evitar que me tilden de sexista y de no pensar en el sexo ¿débil?, se incluye esta comedia romántica donde las megabiscoc­hos Cameron Díaz y Kate Winslet dizque se enamoran fácilmente del guapo Jude Law y de un insoportab­le Jack Black, que si de cómico tiene sus asegunes, como actor “serio y galán” está terrible. No importa. Ver a las actrices entre la nieve y los periplos navideños, hace funcional esta película donde el frío no evita que se derrame la melcocha, casi verosímil.

Así, si siente que el frío le llega a los aparejos, tome cualquiera de estas opciones, métase a la cama con un pozole tipo Guerrero, un sake calentado en vapor, un chocolate ardiendo con Tonaya light y una pareja del buen apretar, para que vea desde la seguridad de su hogar cómo se desvanecen estos méndigos fríos que parecen darnos nomás de suponer el alud de anuncios electorale­s que veremos durante varios meses.

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FOTOS: ESPECIAL
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