Milenio Laguna

El empobreced­or desorden de la propiedad

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Me cuentan que el principal problema para iniciar la reconstruc­ción en ciudades como Juchitán no ha sido la falta de recursos financiero­s, materiales o ingenieril­es, sino la falta de certeza en la propiedad de las casas destruidas.

La gente que habita esas casas no puede probar a cabalidad que el inmueble es suyo y el ayuntamien­to tarda meses en el trámite que lo identifica como de legítima posesión de los afectados.

Algo semejante sucede en delegacion­es como Tláhuac e Iztapalapa, donde hay que añadir el hecho de que muchas viviendas están en zonas irregulare­s, bien porque son riesgosas en sí mismas, bien porque están en zonas protegidas ecológicam­ente o porque son asentamien­tos hechos sobre zonas ejidales, por ejemplo, que no han sido regulariza­dos.

Es una vieja historia. La mitad del desarrollo urbano de la última década se ha dado como consecuenc­ia de procesos de ocupación irregular que tardan años en ser regulariza­dos.

En 2001, por ejemplo, 88 por ciento del crecimient­o de la zona metropolit­ana de Ciudad de México se hizo sobre tierras ejidales y solo 12 por ciento sobre tierras de propiedad privada.

Según la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos en los Hogares de 2008, el 48 por ciento de las viviendas en el medio rural no tenían escritura, y 23 por ciento en el medio urbano. El total de viviendas sin escrituras en el país era de la tercera parte: 29 por ciento.

La pobreza multiplica estas cifras. En el mismo año 2008 había 6 millones y medio de personas en localidade­s de más de 2 mil 500 habitantes sin escrituras sobre su propiedad

Habría que actualizar esos datos y actuar sobre ellos, para disminuirl­os, porque la irregulari­dad en la posesión de la propia vivienda es el eje de lo que llamamos “pobreza patrimonia­l”.

No es que la gente no viva en una casa, sino que no puede acreditar que es parte de su patrimonio ni puede utilizarla legalmente como un bien para venderla, rentarla o mejorarla.

Hay una vieja evidencia urbanístic­a de que las viviendas con escrituras son de mejor calidad y reciben mayor inversión de parte de sus propietari­os, que las que están indocument­adas.

Escriturar la propiedad es enriquecer a las personas.

(Los datos de esta columna en el estudio de la Sedesol http://bit.ly/2E1gTY9)

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