El valor de la palabra
1. Mi dolor y oraciones por Marichuy, sus acompañantes y las víctimas del helicóptero en Oaxaca. 2. Sin embargo, el mexicano hace gala de su ingenio ante las adversidades.
Entre más grandes sean los retos y las penurias, mayor será su habilidad para superarlos. Vemos, por ejemplo, viejos automóviles circulando con mecates, alambres, hules, plásticos y maderas que sustituyen las piezas originales. Es reconocida la imaginación de los campesinos para crear instrumentos y adminículos que no se venden o no pueden comprar. Pero ese talento aparece, también,
ante lo insuperable, como la muerte. Se le rinde pleitesía con ceremonias, cogüerzos, disfraces, versos, chistes y esqueletos elegantes como “Las Calaveras de Posada”.
Más aún, esas capacidades le sirven para desahogo ante males no supera
dos. Por eso la cantidad de parodias, caricaturas, cuchufletas, epigramas y ahora memes contra nosotros los políticos. Al ser muy reducido el número de los hombres públicos que merecen respeto, el desprestigio explicablemente es generalizado.
Para corroborar lo anterior y para su personal divertimiento, le cuento lo que dicen… dicen que sucedió; y piense usted qué haría en semejante situación:
“Un grupo de políticos viajaba en un autobús cuando el conductor perdió el control y terminaron estrellados en un cerro.
A pocas horas llegaron policías, agentes del MP, peritos y fuerzas federales para auxiliar a las víctimas, pero no hallaron en el lugar heridos ni muertos ni testigos, por lo que decidieron pedir información en una choza cercana, de la que salió un campesino al que le preguntaron: — Oiga usted, ¿vio a los políticos que se accidentaron? —¡¡Sí, sí los vi y les di cristiana sepultura!! —¡No nos diga que todos estaban muertos! —¡¡Pos algunos decían que no, pero uno ya no les cree nada a esos ca… britos!!
Cierto, los torrentes de mentiras, verdades a medias, engaños, ocurrencias y corruptelas en la vida pública —sin soslayar la privada— explican y justifican la indignación de los ciudadanos, pero nada cambiará si éstos se quedan con el agravio y se desfogan con gracejadas. Paradójicamente el mexicano se siente muy cómodo al victimizarse. Basta repasar nuestra historia para comprobar la cantidad de recuerdos consagrados a las derrotas. Pocos, aunque luminosos, son los de las victorias.
La reconstrucción del país no permite conformarnos con el presente ni llorar por nuestras heridas, ni proponer que
JUNTOS HAREMOS PREHISTORIA. Mucho avanzaremos si empezamos por regresarle su significado a las palabras y su valor a la palabra, porque la depravación social comienza con la degradación del lenguaje. Hoy, como nunca, tiene vigencia el lema de la campaña presidencial del PAN en 1994: POR UN MÉXICO SIN MENTIRAS. M