Milenio Laguna

El dorado Oscar: Emilio El Indio Fernández

- Twitter@fernofabio

Cuenta la leyenda que Emilio “El Indio” Fernández fue el modelo de la estatuilla que se entrega en la ceremonia de los Oscar desde 1929. Julia Tuñón, ya en el declive vital de su interlocut­or, entrevistó a El Indio y escribió un libro que se parece mucho a esas conversaci­ones delirantes con ese hombre que era conocido por su mitomanía.

En ese libro de 1988, se puede leer que el director de cine, nacido en 1904 en Sabinas, Coahuila, fue un niño villista que tuvo que huir a los Estados Unidos en el auge de los carranclan­es; sufrió la pena de que la mitad de su familia fuera carrancist­a. En Los Ángeles, California, como adolescent­e y joven adulto, conoció a importante­s personajes de la revolución mexicana, entre los que se encontraba Adolfo de la Huerta, el presidente interino que convenció a Francisco Villa a que firmara un tratado de rendición, asimismo en Sabinas, en 1920.

Cuenta El Indio que De la Huerta le dijo, si quieres hacer algo por tu país, regresa a México y haz una revolución, pero no por medio de las armas, sino por medio del cine. Y eso fue lo que hizo aquel paisano nuestro. Junto con Gabriel Figueroa creó un estilo visual y dramático en películas como La perla (1947), Enamorada (1946) y Río Escondido (1948), entre otras, que impresionó a una nación y al mundo entero.

Muy pocos personajes de nuestra historia artística y política han tenido tanta estrella. Su caída libre desde las alturas duró décadas (fracasos y apuros cinematogr­áfi- cos, presidio en Torreón, deterioro físico y mental); su casa de piedra volcánica en Coyoacán ha quedado como un altar y como un símbolo. Las puertas de esa mansión están abiertas, que hasta éste que escribe ha pisado sus habitacion­es, pasillos y techos.

Si lo que cuenta la leyenda es cierto, y tal como dice el profesor Charles Ramírez-Berg, la actriz Dolores del Río, esposa de Cedric Gibbons —director de arte de la MGM— le dijo a su esposo: usa a Emilio como modelo de la estatuilla. Tiene un porte muy atlético; se parece a Oscar. Me gusta pensar que la leyenda es cierta, y que desde el más allá, nuestro director sigue haciendo su revolución, brillante, dorada, a su manera. Que viva entonces ese loco del cine; que viva su revolución.

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