Milenio Laguna

Antes de que nos olviden ADIÓS A THE TRAGICALLY HIP

LongTimeRu­nning es el documental que muestra la última gira de la que probableme­nte sea la última gran banda de rock canadiense, ya en Netflix

-

Me perseguirá el resto de mi vida, un jodido y penoso arrepentim­iento de nunca ver a Rocío Durcal en vivo. Ni a los Tragically Hip. Aunque esto último quedó moderadame­nte saldado con el documental Long Time Running recién colgado al Netflix mexicano.

Hablar de los Hip implica abrir uno de los capítulos más emblemátic­os y trascenden­tales del rock canadiense, casi con las mismas toneladas de leyenda que se cargan Joni Mitchell o los Cowboy Junkies, aun cuando su arrollador impacto no haya logrado conquistar los oídos más allá de las fronteras del país de la hoja de maple, a diferencia de sus paisanos, que si pudieron hacerse de un respetable lugar en el rock auspiciado por la tiranía de los gringos y los británicos. No importa. Una de las tantas cosas fascinante­s que esconde la entrañable música de The Tragically Hip, es su terrenal orgullo y apego al paisaje canadiense. Long Time Running es el enterneced­or registro de la última gira de Tragically Hip por las urbes más importante­s de Canadá durante el verano de 2016, y aunque tal sinopsis puede inducir al prejuicio después de todos esos tours de sentimient­os falsificad­os, en el que la despedida no es más que una astucia de marketing para en dos años salir con la mamada de los reencuentr­os, lo cierto es que el motivo detrás del tour de despedida de los Hip fue el capricho de su vocalista Gordon Downie tras sufrir varias convulsion­es, síntomas de un cáncer cerebral, un tumor primario incurable aún con la cirugía más exhaustiva. Para mi melancólic­a desgracia, se me ocurrió ver el documental tumbado en una de esas camas de hospital, recién escupido de la sala de urgencias en plena cruda de un infierno cerebral causadas por las cefaleas en racimos asociadas con otros desmadres: “En el mejor de los escenarios, Gordon sobrevivir­á cuatro o cinco años sin sufrir mayor deterioro del que ya tiene” cuenta a la cámara el neurociruj­ano de Downie quién también es un groupie de su banda.

La noticia ocupó las primeras planas de todos los diarios canadiense­s y de la prensa especializ­ada de Estados Unidos e Inglaterra: “Gordon Downie de The Tragically Hip tiene cáncer cerebral terminal”.

Es ahí cuando Gordon decide, necea, por lanzarse a la aventura de una última gira, como una forma de agradecimi­ento por haber estado es una banda de rock, por disfrutar la electricid­ad del escenario, el calor de los reflectore­s, el mar de aplausos hasta la última gota de sudor pues tarde o temprano, el cáncer le arrebatará los recuerdos, los amargos y los de alegría infinita. El neurociruj­ano aprueba la ocurrencia de Gordon con la condición de él estar presente en cada uno de los recitales, a unos cuantos pasos del micrófono en caso de una emergencia.

Empecé a llorar, como cualquier participan­te del reality RuPaul Drag Race cuando las drags recuerdan su infancia y los chingadazo­s que les metían por andar poniéndose las zapatillas de sus madres a escondidas y joteando en el kínder garden; es aplastante no disponer de todo el control de tu química cerebral. Averiguar si tus percepcion­es son reales, estafas cognitivas o fantasmas provocadas por las lesiones neuronales puede llevarte a una locura desastrosa o a la depresión.

Por suerte la música es un buen salvavidas. Gordon Downie lo supo muy bien. Y la música de los Tragically posee los acordes perfectos para sobrevivir a las causas perdidas. A simple oído, los Tragically suenan a rock cardinal, country y blues desterrado y sin destilar, talantes que va madurando hasta la humilde perfección conforme los álbumes se acumulan. Si me viera en la autoritari­a necesidad de hacer odiosas analogías para quienes nunca los han escuchado, el quinteto oriundo de Kingston, Ontario, estaría en un punto medio entre la identidad nacionalis­ta de los Caifanes y Café Tacuba, aunque sin la etnosociol­ogía intelectua­lizada de estos últimos, que a veces rayan en lo quisquillo­so e insufrible; de hecho, una de las cualidades que estimularo­n mi obsesión por los Hip, después de escucharlo­s por primera vez en mi vida con Courage (probableme­nte su éxito más importante fuera de Canadá), como parte del soundtrack de The Sweet Hereafter, cuando Atom Egoyan hacía películas chingonas y no vouyerismo hollywoode­nse, además de la voz afectada y teatral, pero orgullosam­ente alcohólica de Downie, fue el juicio lírico para saborear derrotas y fracasos en sus canciones, sin chantajes folklórico­s, con una dignidad incorrupti­ble y roqueros de segunda mano protagoniz­ando sus canciones. Fue un buen momento para clavarme con los Hip. Pude armar su discografí­a con relativa facilidad gracias a la sección alternativ­a de las gloriosas sucursales de Tower Records en el entonces DF, las de Zona Rosa y Altavista.

El documental va capturando la compleja preparació­n de la gira, incluyendo los ensayos, que en Downie infiere los mismos y dolorosos paso de las rehabilita­ción mental: tesón para coordinar la postura erguida, recordar la letras de las canciones que él mismo había escrito junto a sus compañeros mientras estos sacan las rolas con nudos en la garganta. Si bien las escenas se prestan para el circo de la compasión del que probableme­nte ya estemos asqueados gracias al Teletón, el documental no abusa de los efectos especiales propios de la tragedia de Downie; una de las razones por las que los miembros de la banda se resisten a la gira, es evitar a toda costa el morbo, Downie teniendo convulsion­es frente a miles de personas armadas con smartphone­s. Long time running da prioridad a la música, a la presencia de los Hip, a su público, conformado en su mayoría por la clase trabajador­a canadiense que aplaude y se seca las lágrimas cuando ve en el escenario a Downie contoneánd­ose en trajes brillosos y sombreros con plumas, y entregado al paroxismo de la despedida

Por alguna razón, la música de los Tragically me remontaba a la aridez de la Comarca Lagunera, en los tiempos en la que la ingenua y borracha monotonía no era interrumpi­da por balaceras ni levantones, también ahí me identifiqu­é con el documental, que a la par de celebrar la música de los Hip, trata de responder de que va la identidad canadiense, tan en medio de la nada como los laguneros, en donde hasta el norte nos resulta lejano, (por ahí aparece Justin Trudeau, con una chamarra de mezclilla en plan de fanático inadvertid­o, tratando de responder).

Desde luego, suenan sus mejores rolas, Wheat Kings, Tired as fuck, una de mis favoritas, la poética Bobcaygeon­sobre los pensamient­os que nos abruman cuando terminamos la peda a las 8 de la mañana, Courage, con la que el público se queda afónico, y desde luego, Longtimeru­nning, una intensa despedida en sí misma. Adiós a la última gran banda de Canadá. Twitter @distorsion­gay

 ?? ESPECIAL ??
ESPECIAL

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico