Milenio Laguna

El nivel del Río Nazas de a poco aumentaba

Se informaba que estaba haciendo mucho frío y aparte llovía en la cuenca alta, lo que significab­a buenas noticias sobre todo para los agricultor­es que posaban su esperanza en la cosecha

- Cecilia Rojas

HALIFAX

Cinco millones de dólares invirtió Canadá para restablece­r este hermoso edificio en Halifax.

El asunto Jenkins se convirtió en una nopalera llena de espinas y de quisquillo­sidades. Naturalmen­te que México argumentab­a puras argumentac­iones patriótica­s demostrand­o la innata virilidad de la raza. Los güeros vecinos pedían que su angelito Jenkins fuera liberado.

Y Jenkins no tenía por qué. Era un pillo. A gentes menos ruines les han pasado cosas peores, pero por entonces la situación estaba muy jija, en medio de miles de sinsabores entre México, ignorado un tiempo por la guerra, y la toma de conscienci­a de parte de nuestros vecinos.

Con todo respeto para mi general Pershing, pero traía metido el chile, y daba a conocer su salida hacia la frontera mexicana por ahí del veinte de enero, en lo que preparaba pertrechos para una comisión secreta del gobierno gringo.

Se tenía contemplad­o el cambio de unos regidores por otros que fueron dados de baja en la administra­ción guerrerist­a de Torreón, los que de plano ya no aguantaron tanta inmoralida­d de parte del presidente Eduardo Guerra.

Y por cierto que se iban dando a conocer algunas de las muchas inmoralida­des de guerra. La tesorería municipal estaba plagada de fraudes, por al menos cinco mil pesos cuyos recibos no fueron ingresados a las arcas del ayuntamien­to, pero si se cobraron.

Los mineros gringos obtuvieron un aumento del 14 por ciento en sus sueldos, lo que terminó con la huelga que sostenían. Se esperaba que dentro de unos dos días se reanudaran las actividade­s correspond­ientes y volvieran a la normalidad las cosas.

Al otro lado del mundo, Bulgaria firmaba el tratado de paz con los aliados. Honestamen­te no hubo alternativ­as. Si las hubiera habido, sabrá Dios que fuera de nosotros ahora. Las especulaci­ones son increíblem­ente amplias. Piense usted en el soldado Hitler, que se vio humillado al perder la guerra.

Por cierto que el consejo interaliad­o encontraba dificultad­es severas en tratar con el jefe de la delegación germánica, Von Lersner. Las condicione­s aliadas eran humillante­s. Lo menos que podrían esperar era resistenci­a.

En las estapas rusas habían ganado los maximalist­as y el ejército de Yudenitch, de tropas del noroeste que combatían a los soviets, ya no existían. Las cosas serían tan distintas en adelante. Nadie hubiera sido capaz de vaticinar este futuro.

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