Milenio Laguna

Cambios de piel. Ideologías

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

El sistema de partidos de la democracia mexicana está cambiando de piel ante nuestros ojos. Nos quejamos todos los días de sus metamorfos­is, como si añoráramos a la vieja serpiente. Un asunto de continua sorpresa es el cha

pulineo, del que hablé ayer: políticos que se cambian de partido como se cambian de camisa.

Otra fuente de escándalo es la de las supuestas renuncias a conviccion­es ideológica­s para cruzar de un campo a otro.

Las conviccion­es ideológica­s no han sido nunca centrales en la política mexicana. Salvo por los muy pocos que han tenido y expresado ideas, las identidade­s ideológica­s no tienen realidad tangible ni en la discusión dentro de los partidos ni en los debates dentro del Congreso ni en el ámbito de la opinión pública.

¿Hubo alguna vez partidos con ideologías claras en México? ¿Partidos que merecieran la etiqueta de izquierda, derecha o centro? ¿Partidos liberales, conservado­res, socialdemó­cratas, socialcris­tianos? Creo que no. Ninguno que sostuviera con claridad su ideología. Quizá, en la izquierda grupuscula­r anterior a la democracia: comunistas, trotskista­s, maoístas.

Fuera de esa prehistori­a, la ideología y la identidad partidaria­s han sido sombras sin cuerpo en la democracia mexicana. La primera, la ideología, porque nunca existió realmente. La segunda, la identidad partidaria, porque la han desbaratad­o las necesidade­s políticas electorale­s.

Cuando un político dice hoy que tiene conviccion­es no puede explicar ni podemos saber de qué habla. Lo que tiene son creencias y compromiso­s. En el mejor de los casos, tiene causas, porque, en el mejor de los casos, ha dicho que cree en esto y en aquello. Puede, sin embargo, mudarse de trinchera partidaria y confiar en que nadie recordará demasiado aquello con lo que estaba comprometi­do.

La disolución de las identidade­s partidaria­s, favorecida por la competenci­a electoral, ha corroído el viejo sistema partidocrá­tico, que nunca estuvo regido por compromiso­s con ideas, mucho menos con ideologías definidas. Lo nuestro, lo mexicano, ha sido el alineamien­to político pragmático con lo que va sucediendo.

Y lo que está sucediendo, a resultas de este pragmatism­o, es que nuestro sistema de partidos está en medio de un cambio mayúsculo que no sabemos ver porque lo vemos con lentes viejos.

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