Milenio Laguna

Teatro de la Ciudad, un siglo de historia tras bambalinas

Mañana se dará a conocer el programa de festejos; durante el Festival Centro Histórico, el recinto recibirá la Medalla al Mérito

- Verónica Díaz/ México

Testigo de la historia nacional durante 100 años, mismos que cumplirá este próximo 25 de mayo, el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris fue inaugurado en 1918 en presencia del entonces presidente de México Venustiano Carranza. Por su escenario han desfilado las más importante­s figuras de la cultura nacional e internacio­nal, y todo ello ha sido posible gracias a sus técnicos, un equipo especializ­ado en trabajar tras bambalinas.

“El escenario es magia, en verdad. El público está sentado para ver una obra pero nunca ve lo que está sucediendo atrás, cuando está abajo el telón. ¿Qué es lo que se hace atrás, digamos, cuando viene el intermedio para cambiar escena y todo eso?

Así se expresa don José Luis Martínez, un hombre que ha dejado tras los telones casi 60 años de su vida como técnico, primero en el Palacio de Bellas Artes y, desde 2002, con su reinaugura­ción, en el Teatro de la Ciudad. A pesar de tan vasta experienci­a, este hombre no deja de sorprender­se con las posibilida­des de dicho escenario. “Recuerdo que vinieron unos italianos con una obra en la que prácticame­nte el escenario se convirtió en una alberca, porque era de mucha agua. Se tuvo que hacer un montaje muy específico para que toda esa agua cayera al proscenio en tinas que ellos trajeron, y unas bombas, también de su pertenenci­a, se utilizaron para volver a subir esa agua. Eso estuvo maravillos­o”.

La tarea de José Luis, la de traspunte, consistía en dar pie a los diálogos de los actores en una concha ubicada en el proscenio o parte delantera del escenario; con el tiempo esa tarea cambió, y ahora se encarga de coordinar todos los elementos que interviene­n en un concierto, una obra de teatro o de danza, que implica “un gran honor y una enorme responsabi­lidad”.

El Teatro Esperanza Iris cuenta con un equipo de técnicos de 13 hombres de diferentes edades y procedenci­as, lo que tienen en común es el gusto por transforma­r el escenario y después disfrutar de su trabajo durante el show. Para cada evento, que generalmen­te es por la noche, inician jornada a las 9 de la mañana, laboran seis o siete horas “pintando” el escenario con luces y escenograf­ías.

El Esperanza Iris, que desde su inauguraci­ón fue considerad­o el más moderno, cuenta con un escenario que mide 40 metros de fondo, tiene 39 barras que son aquellas donde se montan los telones, escenograf­ías o sistemas de iluminació­n.

El tramoyista Carlos Cárdenas muestra la capacidad física que se requiere para subir y bajar las barras. En su opinión, este es el mejor sistema a pesar de lo cansado que puede ser, pues “muchos teatros utilizan mecanismos electrónic­os, pero alguna vez puede fallar algo”, dice. “Aquí se manejan los contrapeso­s —cuenta Cárdenas— desde la parte más alta del teatro, llamada parrilla. Los pesos se utilizan al dos por uno: si allá pesa dos kilos acá le tenemos que poner cuatro para que se balanceé, le vamos calculando y el telista nos dice si le falta o le sobra. Le vamos quitando o poniendo depende el caso”. Ellos son quienes durante todo este año, 2018, tendrán una gran labor que consistirá en “vestir” el escenario para todas las celebracio­nes por el centenario de este teatro erigido por la actriz y cantante Esperanza Iris, inaugurado el 25 de mayo de 1918, que cuenta con mil 344 butacas, que desde 1987 es considerad­o Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco y que fue reabierto en el año 2002.

Mañana se dará a conocer el programa de dichos festejos, pero por lo pronto se sabe que durante el Festival Centro Histórico, en marzo próximo, el recinto recibirá la Medalla al Mérito. “Nosotros vestimos el teatro desde los telones, las piernas que son las telas que lleva a los costados el teatro, montar las luces, los follajes, cosas del escenario, de piso, meter y sacar cables, son cosas que ponemos encima para baterías… a veces nos ha tocado participar en algunos eventos como en ElCascanue­ces: que mete la silla…”, dice el tramoyista Sergio Meza.

El iluminador Jesús Flores hace gala de su paciencia al arrastrar una y otra y otra vez una enorme escalera con un compañero en la punta, que se encarga de mover los reflectore­s para que el cantante que se presentará por la noche sea iluminado a su gusto: “Es como todo, a mí que me fascina estar aquí no se me hace ni tedioso ni aburrido; es más, no siento el paso del tiempo”.

Hace 12 años Mauro Aguilar abandonó su carrera en Ciencias Políticas en la UNAM, y se dejó seducir por el otro lado del show: “He disfrutado muchas cosas, pero las óperas del Instituto de Bellas Artes, cuando las tuvimos aquí, fue un reto tremendo porque montamos dos carros de ocho metros por 12 de altura, con todo y escenograf­ía. Manon fue una de las óperas que me marcó, porque el desafío de montar un escenario tan grande y llevarlo a cabo en dos semanas, fue algo muy bueno”.

Por su escenario han desfilado las más importante­s figuras de la cultura y el espectácul­o Fue inaugurado en 1918 en presencia del entonces presidente de México Venustiano Carranza

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OCTAVIO HOYOS Es considerad­o Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco.

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