Milenio Laguna

Guerra mandaba correr a ‘profes’ de la Beauregard

Se informaba que el presidente municipal de Torreón, Eduardo Guerra se enojó con los pobresores nada más porque pidieron el pago de sus sueldos y los mandó correr a todos

- Cecilia Rojas

De perdido ya les habían pagado. Pero para esto, el presidente municipal no tenía esas facultades. Ni muchas otras. El director de instrucció­n del municipio de apellido Contreras, no dijo ni pío al respecto pero se esperaba que cuando menos por no dejar, hiciera algo para hacer valer los derechos de los profes que fueron despedidos nada más por pedir algo que se les debía.

Otra de Eduardo Guerra, era que haciendo uso de su falta de facultades legales, se amachó para desalojar a uno de los comerciant­es del mercado Juárez, al señor Dávila dueño de una mercería, solo porque no era integrante de la Liga de Comerciant­es en Pequeño, que era adepta al alcalde.

Volvía el caso Jenkins, porque francament­e estaba muy bueno el chisme. Aún no se decidía aplicarle el 33 constituci­onal para sacarlo de México por ser un extranjero pernicioso. Pero testigos declararon ante las autoridade­s que en el lugar donde dizque estaba plagiado el cónsul gringo, sus presuntos captores lo trataron como a un pashá.

Jenkins disfrutó de sabrosas comilonas, bebidas alcohólica­s a granel, le dieron cheve, se la pasó cotorreand­o con los captores. Los testigos fueron los sirvientes que estuvieron en la hacienda de Santa Lucía, el lugar donde lo tenían a resguardo sus amigos, los secuestrad­ores. El caso tenía muy interesado al país, por que dependían muchas cosas de ello.

Obreros en Barcelona protestaba­n ante la negativa de sus patrones de darles chanza de sindicaliz­arse. Tenían dos días de haber vuelto a sus labores en fábricas. Estaba difícil la cosa, porque la corte ibérica puso como condición que no se formaran sindicatos ni nada parecido, pues de lo contrario iban a clausurar la vida industrial.

No crea que nuestros vecinos del norte no tenían otras cosas en que pensar más que en el pleito. La Asociación Americana de Silvicultu­ra organizó un grupo de honor de los árboles famosos de allá, y el que hiciera más sombra. En Indiana había un olmo frondoso y ese era candidato pero les mandaron una foto de otro árbol en Indiana, que estaba mejor.

Los británicos trabajaban en la construcci­ón de un nuevo dirigible, el R-80, más grande que el R-34 que ya había visitado los EU. El R-80 se había quedado al 90 por ciento de su construcci­ón y el gobierno dio la orden de que se esperaran, para luego decir que como ya estaba casi terminado, pues lo acabaran.

Tenía una longitud de 535 pies, 70 de ancho y 85 de altura; portaba cuatro dinamos cada uno de ellos de 340 caballos de fuerza que lo harían avanzar a una velocidad de 65 millas por hora, y por su tamaño, le iba a caber una tripulació­n de entre 15 y 20 personas.

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